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EL YUGO
Porque mi yugo es llevadero…
(Mt. 11, 25-30)
Señor, tu yugo es de buen cuero,
tierno y ligero,
construido en la talabartería de tu amor.
¡Qué distinto de mi yugo de duro y pesado roble!
Tu yugo es consuelo,
El mío, angustias y ansiedades.
Tu yugo no conoce caducidad,
y el mío es pura limitación.
Mi yugo está lleno de errores y amarguras.
Tu yugo, Señor, es libertad
mesura,
dulzura, placidez.
El mío, es el yugo de la asfixia mundana,
carga de bruma, opresión,
lumbalgia del alma.
Tu yugo es historia de amor y alianza,
desahogo, inmersión,
abandono en la ternura del Padre.
Por eso, los puros del fariseísmo no entraron en tus planes.
Y sí, los cansados por el peso de sus vidas,
¡los herederos de tu verdad!
Por eso, no has querido reclutar a los sabios y escribas
para construir tu reino.
Tus moradas las has cimentado sobre la mansedumbre
y la humildad de corazón.
Unce bien tu yugo en mí, Señor,
amárrame bien tu carga que, ligera,
puede extraviarse en el camino.
Como buen arriero toma mi mano, sujétame bien a ti,
que me mantenga de pie en mis cansancios,
en mis debilidades,
para el día en que dispongas que pase a la otra orilla del río.
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