La muerte es el mayor enigma que sacude a los humanos. Es
ese lugar en el que, inexorablemente, todos coincidimos, unos tardíamente Otros,
como tu querida madre, Dolores, inesperadamente.
Cuando Fabio y Lorenzo me comunicaron, hace unos días a
través de WhatsApp, su repentino fallecimiento, querido Yago, no podía dar
crédito. Entré en Facebook, y un montón
de correos remachaban el triste desenlace. Confieso que la noticia ha afectado
a mi ser humano entero. ¡Y enseguida pensé en ti! También en tu tío Manolo. Su
muerte cortó en seco la trayectoria de vuestras vidas.
Tu madre, Yago, ha terminado su ruta por este mundo y su
tiempo. Aunque será recordada siempre como la gran mujer que fue en medio de
sus propias vicisitudes. A partir de ahora ya no todo será igual para ti. Su
muerte, sin sentido como final intolerable, ha amenazado la estabilidad
emocional inmediata que te vinculaba a ella. ¡Esa felicidad de tenerla siempre
a tu lado, de la que he sido testigo hace dos años, cuando tuve la oportunidad
de veros en Cariño! De repente, has visto truncarse ese caminar de inmensa
dignidad entre vosotros dos, unidos a tu
tío. ¡Todo un testimonio de vida en
común, sin enmascaramiento de la
realidad dura y quebradiza que vivíais...
La muerte es el acontecimiento único, decisivo y
universal. Un tránsito inevitable desde su propio misterio. Un final
aparentemente absurdo de la vida. Pero quien te escribe es creyente, como
sabes, y por ello no dudo, ni escamoteo
el sentido profundo que encierra “el más allá”. Como acto definitivo del ser humano, me agarro a la
esperanza, para tratar de iluminar tus noches de estos días…
No estás solo, querido Yago, ella, con su ideal de madre,
seguirá empujando tu vida, con el mismo
tesón que acariciaba, como fui testigo, el día a día de tu atormentada
minusvalía. No estás solo, no. Tu tío Manolo, dentro de sus posibilidades, y Cariño,
generoso como siempre, seguirán a tu lado y saldrán al paso de todas tus dificultades.
Y –¡cómo no!- el Señor que aprieta, pero no ahoga, no te abandonará. Él mismo
comprometió su palabra por los caminos de Galilea: “Venid a mi todos los que
estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré…” Ésta es mi convicción de cristiano que celebra
la muerte como un hecho de salvación en relación con la muerte y la
resurrección del Señor. La vida cristiana se ilumina a través de este misterio,
sabiendo que nuestro Dios es un Dios de vivos,
no de muertos. Sólo Dios puede hacer de nuestra muerte un nacimiento,
una vida nueva.
La muerte de tu madre se ha detenido repentinamente y definitivamente
en el puerto de Cariño, tras una fatigante singladura, sin apenas prevenirnos de
las incertidumbres de la travesía. Pero su vida nos habla de una gran mujer a
pesar de sus limitaciones, luchadora tenaz y, a pesar de todo, alegre. Desde
hace dos años, me ha escrito mucho, me ha abierto su corazón y me ha hecho
sentir el palpitar inmenso de su gran personalidad, manifestada ya desde los
lejanos tiempos de “Nordeste”.
Que su muerte esté en tu corazón, para sentirla a ella
latiendo al unísono, junto a ti. Un abrazo más fuerte que nunca, querido Yago.
Y que nuestra Señora del Carmen te bendiga.