sábado, 27 de marzo de 2021

SONETOS EN SEMANA SANTA

 ¡FELIZ SEMANA SANTA!

Ante la gran Semana de nuestra fe, no hemos de quedarnos en su aspecto dolorista. La pasión y muerte del Señor nos hablan de compromiso. Toda la vida de Jesús fue desvivirse por la causa de Dios y el servicio liberador a los hombres. Su muerte es un “canto” a la fidelidad al Padre y a su solidaridad con los hombres. En la contemplación de las imágenes sufrientes es fácil quedarse en la mera contemplación del sufrimiento del Crucificado y su Madre, sin remarcar el mensaje profético de ser cirineos de nuestros hermanos excluidos, que es nuestra misión como seguidores de su cruz…



CRISTO DEL CONSUELO
      (A mis hermanos cofrades
        del Cristo de los Gitanos)
 
Locura de amor, profeta y sendero:
flagelación despiadada, el  tejido
de espinas en su rostro atardecido,
los cuatro clavos, como cruel acero,
 
quebrando pies, manos… ¡y el rejón  fiero!
Todo ello desgarra el cuerpo prendido
al árbol, ya fielmente ennoblecido
por un Dios-pasión, hecho manso arriero.
 
En paz florida  pide ir mar adentro,
aligerar las nieblas, tender manos,
cargar con su cruz y  andar al encuentro
 
del sufriente mundo de los hermanos.
Oh, mi  Cristo del Consuelo,  así dentro
bregaré en tus océanos humanos.
 
MARÍA DEL SACROMONTE
      (A Antonio Fernández Siles,
párroco y consiliario del Sacromonte)
 
Déjame hoy acompañarte en tu llanto,
cuando Él ya derrotado en su tortura
descansa frío y muerto en la espesura
de tu amor.  ¡Dolor y cruel desencanto!
 
En tu regazo, Madre, acoges cuanto
de luto y daño llora en su amargura
ese otro hijo de la noche oscura,
venido del mar, del hambre. ¡Oh, quebranto!
 
Quiero unirme a tus dolores, María
del Sacromonte, y, en mí, desahogar
tus penas, tomar su cruz, día a día,
 
con el sufrir humano...y bogar, bogar
a su lado con la inmensa alegría
de poder vivir en tu eterno hogar.

domingo, 7 de marzo de 2021

CONFIDENCIAS

 


(En mi cuaresma octogenaria)

 

Sí, me arrepiento  

 de lo que no me atreví a decir,
 de lo que no quise sembrar,

de lo que no me esforcé a oír,

de lo que nunca quise cantar.

 

Sí, me duelen

las montañas que no quise recorrer,

las nieves que no quise palpar,

las lluvias de las que huí,

las flores que no quise oler.

           

Sí, lamento

los silencios que no amé,

los sermones que pronuncié,

las risas que en vano forcé,

las miradas que no miraban.

 

Sí, me arrepiento

de lo que no me atreví a vivir,

de lo que no me atreví a comprender,

de lo que no me atreví a dar,

de lo que no me atreví a recibir.

 

Mas no me arrepiento

de mis cantares a la vida que me vio nacer,

de mis confidencias con el Galileo,

el Cristo de mis caminos, de mis dilemas…

¡Tantos años!.