¡FELIZ SEMANA SANTA!
Ante la gran Semana de
nuestra fe, no hemos de quedarnos en su aspecto dolorista. La pasión y muerte del Señor nos hablan
de compromiso. Toda la vida de Jesús fue desvivirse por la causa de Dios y el
servicio liberador a los hombres. Su muerte es un “canto” a la fidelidad al
Padre y a su solidaridad con los hombres. En la contemplación de las imágenes
sufrientes es fácil quedarse en la mera contemplación del sufrimiento del
Crucificado y su Madre, sin remarcar el mensaje profético de ser cirineos de
nuestros hermanos excluidos, que es nuestra misión como seguidores de su cruz…
CRISTO DEL CONSUELO
(A mis hermanos cofrades
del Cristo de los Gitanos)
Locura de amor, profeta y sendero:
flagelación despiadada, el tejido
de espinas en su rostro atardecido,
los cuatro clavos, como cruel acero,
quebrando pies, manos… ¡y el rejón fiero!
Todo ello desgarra el cuerpo prendido
al árbol, ya fielmente ennoblecido
por un Dios-pasión, hecho manso
arriero.
En paz florida pide ir mar adentro,
aligerar las nieblas, tender manos,
cargar con su cruz y andar al encuentro
del sufriente mundo de los hermanos.
Oh, mi
Cristo del Consuelo, así dentro
bregaré en tus océanos humanos.
MARÍA DEL SACROMONTE
(A Antonio Fernández Siles,
párroco
y consiliario del Sacromonte)
Déjame hoy acompañarte en tu llanto,
cuando Él ya derrotado en su tortura
descansa frío y muerto en la espesura
de tu amor. ¡Dolor y cruel desencanto!
En tu regazo, Madre, acoges cuanto
de luto y daño llora en su amargura
ese otro hijo de la noche oscura,
venido del mar, del hambre. ¡Oh, quebranto!
Quiero unirme a tus dolores, María
del Sacromonte, y, en mí, desahogar
tus penas, tomar su cruz, día a día,
con el sufrir humano...y bogar, bogar
a su lado con la inmensa alegría
de poder vivir en tu eterno hogar.
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