Presentación

¡Saludos!

Vine al mundo en Puerto Real (Cádiz), en 1941, con el nombre de Francisco. Para mi familia y amigos, Pacurri. Debo mi formación al Seminario de Mondoñedo (Lugo), al Teologado Hispanoamericano de Madrid, a la Facultad Católica de Lyon (Francia) y a la Universidad de Granada. Me gusta la Filosofía y la Teología, la  Psicología y la Comunicación Social, y, sobre todo, la Pedagogía. Me doctoré en la Universidad de Granada. Y aquí “aterricé” hasta mi jubilación, creando y dirigiendo el Centro de Recursos Audiovisuales e impartiendo el Prácticum de Tecnología Educativa. He sido, durante nueve años, Coordinador provincial del Grupo Comunicar y miembro del Consejo Editorial de la revista científica del mismo nombre. He colaborado con el Voluntariado del Parque de las Ciencias,  y en la Dirección de la Sala Cultural “Nueva Gala” en Granada hasta su cierre. Actualmente, vivo muy vinculado a la Abadía del Sacromonte de Granada  con especial dedicación a la Liturgia y al Coro Mozárabe.  Y me queda tiempo para responder a mis asignaturas pendientes, la música y la poesía. Soy autor de varias obras entre ellas: “El vino de mi lagar” y “Hugolandia, cosas del abuelo Paco”…  Gozo de dos nietos maños que hacen mi delicia de abuelo. No padezco alergias más que a la intolerancia. Y, por supuesto, confieso mi adhesión a Jesús de Nazaret.


Contacto:

               pacurri7[arroba]gmail.com
               pacurri[arroba]ugr.es
                                                  __________

     Éste es el blog de tu amigo.
 En paz no dejes de entrar.
Tu crítica es ya mi abrigo.
Y con tu adiós va mi amar.
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Juan Mata, Enrique Sopeña y un servidor 
en un acto de Sala Cultural Nueva Gala

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          No  camines delante de mí,
       tal vez no podré guiarte.
       No camines detrás de mí,
       tal vez no podré seguirte.
       Camina a mi lado
       y, sin duda, te sentiré mi amigo.
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                                     LO CONFIESO


          Para André Bel y Anny,
          amigos en Thonon-les-Bains.



Me indigna la indignación de tanta pluma de avestruz.
Me indigna la indignación de danzarines de mil danzas y no de una.
Me indigna la indignación de los gruñidos de palabras infecundas,
yermas,
estériles.

Me indigna la indignación de los insatisfechos de un pasado sin presente.
Me indigna la indignación de cuantos planchan prejuicios en sus rezos.
Me indigna la indignación de quienes incentivan gallardías desde su mundillo
díscolo,
avieso.

Me indigna la indignación de los baturrillos de utopías.
Me indigna la indignación de los absolutistas simétricos.
Me indigna la indignación de los que amasan revoltijos de ideas,
embrolladamente,
farragosamente.

Me indigna la indignación de los lúcidos en sus credos.
Me indigna la indignación de los demagogos del evangelio.
Me indigna la indignación de cuantos gritan libre, libre,
libre,
violentamente.

Y más,
mucho más me indignaría  la indignación de mi mismo, sospechosa,
si navegara  sumisamente en el laberinto de los dogmas,
silenciando el ara sufriente de mis hermanos…

Incautamente,
lo confieso.                              
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SÍ,  AMIGO


Al arzobispo de Lyon, cardenal Decourtray,
con profunda veneración.



Sí, me arrepiento 
            de lo que no me atreví a decir,
            de lo que no quise sembrar,
            de lo que no me esforcé a oír,
            de lo que nunca quise cantar…

Sí, me duelen
            las montañas que no quise recorrer,
            las nieves que no quise tocar,
            las lluvias de las que huí,
las flores que no quise oler…
           
Sí, lamento
            los silencios que no amé,
            los sermones que pronuncié,
            las risas que en vano forcé,
            las miradas que no miraban…

Sí, me arrepiento
            de lo que no me atreví a vivir,
            de lo que no me atreví a comprender,
            de lo que no me atreví a dar,
            de lo que no me atreví a recibir…

Y no me arrepiento de mis arrepentimientos,
como no me arrepiento de mis dolores,
de mis lamentos…
                        Pues en ti encontré,
sí, amigo, el valedor de mis confidencias.
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