domingo, 26 de julio de 2020

CARTA A COVID-19



Hola, bicho malo, repugnante. No vengo a afearte, pues tú pasas de eso... ¡Vengo casi a darte las gracias!
Sí, has sembrado muertos y contagiados, a millones, y cuando todo parecía que te habías ido a otro planeta, vuelves a nuestra casa con toda tu mortal perversidad. En nuestra geografía ha comenzado un retroceso obligado, cerrando el ocio nocturno, las peñas recreativas,  establecimientos, agrupaciones… ¡imponiendo nuevos confinamientos! Tu pandemia no la has creado a nuestra medida, ciertamente. De hecho, mucho personal médico y de enfermería, responsables sanitarios y de otros trabajos profesionales y  generosos voluntarios y ancianos de nuestras residencias, han perdido la vida a causa de tus maldades. Tú sigues siendo noticia ascendente. Y lo que, si cabe, es más doloroso, entre la población “sintecho”, entre los más pobres del planeta, entre los emigrantes que  no son causantes de nada, sino víctimas. Estamos ante una segunda ola tuya gangrenada.
Pero mira. Para el rey Salomón nada había nuevo bajo el sol  (cf. Ecl.1, 9), como indicando que la historia se repite cíclicamente, con más o menos virulencia. La humanidad, desde que es humanidad, ha sufrido otras graves pandemias. No eres tú sólo quien  se ha lanzado hostilmente contra la faz de la tierra… La historia es testigo.
La línea roja, pues, divisoria entre la muerte y la vida, si pasaba por tu corazón,  hoy ya pasa por el corazón de cada hombre y mujer que desciende a las profundidades de la ciencia. De ahí que venga, tristemente, a darte las gracias. Porque en medio de las limitaciones económicas, sociales y hasta religiosas derivadas de tu acción malvada, cabe extrapolar tu invento y aprender la lección de la mano de tanta gente buena, científicos, médicos, sanitarios… y  del propio Papa Francisco, cuando llama a contagiarse con “los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad”  y a “sortear astutamente los obstáculos”, siguiendo la lección que romperá todo el fatalismo en el que nos habíamos inmerso y permitirá volver a sentirnos artífices y protagonistas de una historia común” (cf. Vida Nueva, abril 2020)
Sí, Covid, gracias a ti, todos, y en especial los discípulos del Nazareno, hemos aprendido a hablar con el lenguaje de los ojos, mientras cumplimos con la mascarilla. Tu ferocidad nos ha sacado de nuestra zona de confort, dejando al descubierto nuestras falsas seguridades. Gracias, porque ya hablamos con alegría de templos vacíos o liturgias con sabor a catacumbas, por aquello de que llegará un día en que adoraremos a Dios, lejos de los templos, en espíritu y en verdad. (cf. Jn, 4, 23)… Y hablamos con esperanza, porque, cuando nos creíamos todopoderosos y casi inmortales, nos has convencido de que tu microscópico ser tiene capacidad para derrumbar esta estatua de oro con pies de barro que nos estábamos construyendo. Y hablamos de solidaridad, convencidos de que somos humanidad, donde juntos somos contagiados, y sólo juntos nos libraremos de ti. (cf. Regal, en Encrucillada/218)…Y, en ese lenguaje de nuestros ojos,  hablamos de tomar de conciencia de nuestra responsabilidad, porque llegará esa hora, ya empieza a calar, en que dejaremos de inocular contaminación a nuestros mares, fuego a nuestros bosques… y nos propondremos hacer nuevas todas las cosas (cf. Ap 21, 5).
Quizá he pecado de soñador. Y tú seguirás haciendo daño. En cualquier caso, despreciable Covid-19, si nos has ganado muchas batallas, no has ganado la guerra. Tu locura viral no tiene la última palabra...

domingo, 19 de julio de 2020

CODO CON CODO




1) Pisamos sobre nuestra propia historia donde cohabitan constantemente el bien y el mal, -el trigo y la cizaña (Mt. 13, 24-30). Pecar de impaciencia es querer superar esa lucha en la prisa, en la urgencia, antes de finalizar nuevas historias…
La cantidad de infectados por el Covib-19 y de muertes camina por derroteros abrumadores y en nuestro país se imponen nuevos confinamientos… La pandemia sigue rompiendo esquemas. El virus no duerme, brotes y rebrotes nos asfixian de nuevo.
La parábola del evangelio es una llamada a la sereni­dad, a pesar de contagios y confinamientos,  ¡la cizaña!  Urge  mirar la vida -¡la siembra!- hasta el fondo e intuir la acción callada de Dios. “No se ve bien si no es con los ojos del corazón”, que escribía Antoine de  Saint-Exupéry, en “El principito”. O según san Pablo: “No ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las visibles son temporales, las invisibles son eternas” (2 Cor. 4,18). Y es también lo que nos propone el papa Francisco, cuando nos invita a hacer un buen discernimiento, a mirar las cosas desde el corazón y a ponerlas bajo la mirada de Dios… El corazón, en el lenguaje bíblico, indica la sede, como la realidad más profunda de la persona. “Guarda tu corazón con toda cautela, porque en él brotan manantiales de vida” (Prov. 4, 23). Serenidad, pues, y paciencia, y entereza, y ecuanimidad… porque “el corazón tiene sus razones, que la razón  ignora”,  decía Blaise Pascal.

2) La vida está sometida a ley de polaridades: desorden y cao, por un lado y, por otro, orden y vida. La cizaña y el trigo son semillas antagónicas. La cizaña daña al trigo y el trigo no ahoga, fácilmente, a la cizaña… Convivimos con la cizaña de hoy,  la pandemia,  y aunque crece a nuestro lado,  dándonos jaque con sus efectos traumáticos evidentes, nuestro sueño es esa “semilla” que nos devolverá a la vida, empatizando con nuestro siembra… ¡Una visión nueva de la realidad aún es posible!
En cualquier caso, la desesperanza que pueda aturdirnos en ese combate cizaña-trigo, no ha de cegarnos para mirar al futuro… Nuestro rey Felipe VI, ha dado una muestra más de temple y personalidad para afrontar el homenaje a los familiares de las víctimas de Covid-19. Martín Lutero King, en agosto de 1963,  pronunció aquel famoso discurso “I have a dream” (“Yo tengo un sueño”, en favor del empoderamiento negro), gracias al cual se extendería por todo el país la conciencia pública sobre el movimiento de los derechos civiles. Nuestro temple y nuestro sueño, a pesar del ruido que genera la “verbodemia” ante los micrófonos que tanto nos viene oprimiendo,  es un desafío para un "durante y un final" de la pandemia: los hombres, las mujeres y los niños que en sus vidas no han conocido más que  el sufrimiento… ¡las víctimas de la mayor pobreza que vendrán tras el virus! Mantengámonos firmes, dispuestos “codo con codo” a innovar nuestros corazones, creando hábitos de solidaridad. Y con la conciencia de nuestra fragilidad, confiar en que nuestro “trigo” sea almacenado en el Granero (Mt. 13, 30).

domingo, 12 de julio de 2020

GRACIAS A LA VIDA



Por los años setenta, cantaba Mercedes Sosa:
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados…
Y el canto de ustedes que es mi mismo canto,
Y el canto de todos que es mi propio canto.

1.- Estábamos “programados” a cantar a la vida, pero  cuando miramos a nuestro alrededor, sentimos que se nos va…  Dos primos nuestros en Granada acaban de fallecer a consecuencia del coronavirus. Y como ellos, legión… Estar vivo a estas alturas con los azotes globalizados del Covid-19 y las barbaridades contra la salud pública que se está cometiendo como si no hubiera pasado nada, estar vivo, digo, es un milagro. Lo decía José Mújica, ex Presidente de Uruguay: El hombre “sapiens” es un animal maravilloso,  pero que hace barbaridades”. En esa misma línea, se expresaba el profesor José Martínez Gómez cuando estos días escribía en Facebook: Callarse, en este momento en que grupos diversos salen a la calle, de manera irresponsable, atentando contra la vida y la salud en general de los sanitarios, es un acto de cobardía.
Si no es un acto de cobardía, es “otra cosa”. Pero… que en un ceremonia “cuasi” de Estado por todos los muertos de nuestra maligna pandemia, la ausencia de cualificados políticos que rigen nuestros destinos, eso sí, es  “otra cosa” que ni merece nombre. Y más, cuando España entera ha llorado tantas muertes, unidas a la crueldad del abandono por razones profilácticas, sin el consuelo de una amorosa despedida.  Sonaron disculpas políticas, y ¡ahí quedó todo!

2.- Es hora de caer en la cuenta, en este tiempo del “rebrote” , que portamos en nuestras manos semillas de vida nueva que deben fructificar en los labrantíos  de esperanza, en medio de tanta de tanta maleza viral.
La cantante Sosa asume el canto de todos como suyo propio, y así procesa su libertad para cantar a la vida, aun cuando los pies estén cansados...
Gracias a la vida…  porque, a pesar de la incertidumbre y el dolor que genera el coronavirus, aseguramos la capacidad de revertir personalmente la situación con criterios epidemiológicos, por una parte, y con la confianza en una Palabra que fortalece, ilumina y es esperanza: Cuanto a vosotros, aún los cabellos todos de vuestras cabezas están contados.  (Mt. 10, 30;  13, 1-23) 
Gracias a la vida… porque entre todos los profesionales que participan en la lucha contra el Covid hay que destacar de forma muy especial el papel de Enfermería y de Atención Primaria que en todo momento han demostrado una competencia excepcional, superando todos los miedos.
Gracias a la vida… porque a pesar de la “verbodemia” de nuestros políticos, acertamos en los esfuerzos de convivencia y solidaridad, que nos hacen crecer en paz interior.
Gracias a la vida … porque la prudencia de los más, con el distanciamiento social, las mascarillas, los guantes y el gel hidroalcohólico, sigue siendo la medida fundamental para luchar contra el bicho mortal.
Gracias a la vida… porque Dios no duerme sobre el cabezal de nuestra existencia. Sus entrañas de madre, que nos reveló el Nazareno, no lo permiten. La siembra termina en cosecha fecunda porque el Sembrador nos ha enseñado a no dejar ahogar en nuestro surco la semilla de reconstrucción en la esperanza, la paz y la alegría. Dios Abba se encarnó para enseñarnos a VIVIR Saltad de júbilo, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en diversas pruebas. (1Pe.1).  Entre la desolación y la esperanza, yo canto a la vida que me ha dado tanto… ¡Y el canto de todos es mi propio canto!

sábado, 4 de julio de 2020

EL YUGO


A esta altura de la crisis mundial, seguimos bajo el tendal de la pandemia que nos agrede con sus nuevos rebrotes. De nuevo, unos se arrodillan exhalando resignación, como ramas de sauces llorones. Otros banalizan simplonamente la situación desafiando al mal con cierto aire folclórico. Los más, felizmente, visten de manera concienzuda las indicaciones sanitarias, dando sobradas muestras de responsabilidad... Y es que todos saben que respecto al Covib-19 se han ganado batallas, pero parece que no todos saben que la guerra está lejos de ganarse... El buen ejemplo marcado por la ética relacional, el consuelo, la esperanza y toda clase de empatía, debe ser nuestro tono vital. “El mundo cambia con tu ejemplo, no con tu opinión”, decía Paulo Coelho. Y podemos añadir que no es fácil nadar y sonreír al mismo tiempo, y menos si se trata de nadar a contracorriente. Por ello, cuando todo parece desmoronarse de nuevo, tenemos que recurrir, como tabla de salvación, a la familia, a los amigos y a la fe, como valores resilientes. ¡Esa capacidad  de asumir el mal y sobreponerse a él, que define a la gente de buena voluntad!

Venid a mí todos
los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré…
Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
 (Mt. 11, 25-30)

Señor, tu yugo es de fino ébano,
tierno y ligero,
construido en la ebanistería de tu amor.
¡Qué distinto mi yugo de pesada encina!

Tu yugo es consuelo, lozanía.
El mío, angustia, ansiedad.
Tu yugo no conoce caducidad,
y el mío es finitud.

Mi yugo es asfixia,
fardo de bruma,
lumbalgia del alma.
Tu yugo es historia de amor y alianza.

Unce en mí tu yugo, Señor,
y átame bien tu carga que por ser
tierna y ligera
puede extraviarse en el camino.

Como buen arriero, sujétame bien a ti,
pues debo resistir de pie a mis cansancios,
para el día en que dispongas que pase
¡a la otra orilla feliz del río!