domingo, 31 de mayo de 2020

PENTECOSTÉS





¿Qué más decir del Covib-19 microscópico y esotérico?  Llegó, vio y venció, cual Julio César… y campó a sus anchas, contagiando indiscriminadamente a lo largo y ancho del globo. Se encontró con un pasto abonado de egoísmos, rivalidades,  hambre de pan, hambruna de poder, hedonismo, manipulaciones, mentiras, guerras y demás sufrimientos. Y quiso ser ídolo… pero, por fin, ya va siendo reducido  a la medida de los científicos de la medicina y las precauciones sanitarias impuestas por la cordura.
Así, por muy bicho que sea, no ha podido succionarnos absolutamente en su pandemia. Por el contrario, a pesar de mucha muerte tristemente globalizada, nos ha hecho tomar conciencia de que no somos seres aislados, sino gente necesitada de gente,  mutuamente, con su solidaridad, empatía, creatividad,  profesionalidad,  aplausos, lazos de luto… Todo ha entrado en la transcendencia de una nueva era,  como una “New Age del Espíritu”, torrente de  paz y concordia mundial…
Tal vez haya creído soñar junto a Machado:
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Pero no, no es un sueño. Es Pentecostés. Es el sueño de la Vida que nos viene a enseñar “a contar nuestros días para que entre la sensatez en nuestro corazón” (Sal. 90,12). Llamados a ser sal y fermento, el desafío es vital. Desandar un camino de destrucción, para ganar una senda de reconstrucción total, lejos de toda ceguera absurda, de discordias,  de desalientos humanos.
Ya hemos comenzado la desescalada social ante el coronavirus. Y, aunque aún no estamos en el final del túnel,  comenzamos a redescubrir la Vida, con mayúscula y, desde ahí, poder releer la acción del Espíritu que no es sino “Dios como don absoluto” que hace posible que, en medio de nuestra sociedad vieja y cansada,  alarguemos nuestro corazón para “fraternizar el Camino” cargado de entendimiento, sabiduría, consejo, fortaleza, ciencia, piedad,  temor de Dios.
Nos unen vínculos más allá de los puramente biológicos. Ya nada debe volver a ser como antes… Viene el Espíritu Santo, luz que penetra en las almas, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. ¡Aleluya!



(Jn. 7, 37-39)
Pentecostés, torrente de luz,
en la oscuridad de nuestras vidas.
Ven, Espíritu Santo,
abre nuestras ansias de verdad.
Pentecostés, torrente de alegría,
en el mundo de nuestras tristezas.

Ven, Espíritu Santo,
derrocha consuelo en nuestros corazones.
Pentecostés, torrente de verdad
en este planeta nuestro que habla la mentira.

Ven, Espíritu Santo,
lánzanos a la calle con urgencia de Buena Nueva.
Pentecostés, torrente de paz
en este suelo nuestro donde gritan las metrallas.

Ven, Espíritu Santo,
invádenos de concordia y armonía.
Pentecostés, torrente de fraternidad
en medio de nuestra estepa humana.

Ven, Espíritu Santo,
asédianos de bondad y solidaridad.
Destruye nuestros miedos,
torrente de agua viva,
y lánzanos a construir un mundo nuevo y mejor.

¡Que ésta es tu hora!
Rompe, pues, los cerrojos de nuestros corazones
y renueva la faz de nuestra tierra.

domingo, 24 de mayo de 2020

ID...



Dada la velocidad cómo el Covid-19 se ha desarrollado a escala mundial y la facilidad cómo se ha propagado, esta pandemia habla de ser insólita desde  los tiempos inmemoriales del comienzo de la vida humana.
Insólito e inconcebible resulta que tal virus microscópico siga desafiando mortalmente  a  todo un planeta de más de siete mil millones de habitantes con una infinita capacidad de contagio. El virus, residuo de nuestros egos, nos ha puesto de rodillas a toda nuestra humanidad ebria de autosatisfacciones...
Hoy, día de la Ascensión del Señor resucitado, este hecho tristemente contrastable del coronavirus está exigiendo el contagio de otro “virus” que haga posible un tejido de solidaridad tal que dé muerte definitiva a tantas muertes por hambrunas, por guerras, por atentados, por enfermedades curables, por cambio climático provocado,  por incoherencia de la gente que no guarda las prescripciones sanitarias… ¡Ello será lo que dé sentido a la vida que anhelamos!
Un nuevo “virus”, pues, que genere  armonía y obre la paz a partir de la fe en el Evangelio como forma de vivir. La recomendación de hoy es abandonar la complacencia de nuestro personal Tabor y bajar al terreno de los hermanos que sufren y seguir al Maestro, viviendo con él y como él.
Todavía no sabemos ni el cuándo ni el cómo del acabamiento de la pandemia, pero es obligado empezar a reconstruir ese puzzle de  esperanza ante la inmensa crisis que se nos avecina…

Id y haced discípulos…
(Mt. 28, 16-20)
Amigos del Galileo,
dichosos vosotros que lo habéis visto subir al cielo,
tras su vapuleo en la tierra por amor.

Ahora triunfa. Sube a los cielos…
y os quedáis pasmados mirando a las nubes,
como huérfanos,
esperando que las cosas de la tierra
se arreglen desde el cielo.

Habéis vivido la ilusión de tenerlo a vuestro lado
y ahora se marcha a cumplir con el Padre,
no sin antes echar el cerrojo a vuestros miedos.

Porque ahora suena vuestra hora en su Espíritu:
ser audaces testigos
y gallardos arrieros en el camino que conduce a Él.

Fue necesario que os dejara.
Habríais podido continuar mucho tiempo alucinados,
mirando al cielo, soñando castillos en el aire,
a pesar de la urgencia de su evangelio.

Hacía falta que Él se fuera
para que todos los hombres escuchen su voz
a través de vuestra voz.

Id,
no sigáis agarrados a las nubes.
Mostrad su camino que sólo pasa a través de los hermanos.
Despegad del cielo, sí.
Y pisad bien la tierra,
como hombres nuevos que saben dar la talla.
en medio de dudas e inseguridades.

No es fácil la tarea que os ha dejado el Maestro:
Id y proclamad el mensaje a pesar de la sordera del mundo.
Id y mostrad los signos, en medio de la ceguera global.
Id y predicad el amor entre el barbecho de los odios.
Id y sed testigos en medio de la orfandad que provocan
las mieles de este mundo.

No, no es fácil, pero ésa es vuestra tarea,
¡y la nuestra, como seguidores del Nazareno!…





viernes, 22 de mayo de 2020

REBELDE CON CAUSA


Murió el pasado 16 de mayo, pero el eco Anguita continúa sonando. Y perdurará… como milagroso ejemplar de político honesto. Por ello, yo me sumo a cuanto se ha escrito sobre Julio Anguita. Se han oído muchas voces, también se ha leído mucha tinta… La mayoría de rotativos, de televisiones, de redes sociales ha proclamado juiciosos obituarios. 
No tuve ocasión de conocerlo personalmente, y sí a través de sus escritos y, sobre todo, de sus diversos parlamentos y entrevistas plenos de seriedad sociopolítica.  Por ello, ante él, memorial de solidez ideológica, me descubro, aún cuando no haya comulgado siempre con el conjunto de sus ideas. Disentí de algunos de sus postulados comunistas, pero admiré su pragmatismo, más allá de la pura teoría.
Su preocupación por España rozaba siempre lo correctamente ético. Su ideario era clarividente desde la enseñanza a la política, desde la política a su vuelta a la enseñanza, incluida su renuncia a la remuneración que como político le correspondía. Su luz ha brillado por encima de las mezquindades de sus correligionarios, hoy tan chapuceros.  
Respetuoso en la manifestación de sus “pasiones”, lejos de todo fanatismo, mantenía una visión coherente de la revolución socioeconómica y política que defendía desde sus principios comunistas. En  la función pública ejerció de demócrata sobrio, casi místico. Solidario en causas ajenas y lejos de frivolidades y conformismos, fue “profeta” cristiano, musulmán y judío, a la vez, por vinculación a la idiosincrasia cordobesa. Tenía “clase”… ¡eso que le falta a la mayoría de nuestros políticos!
La ciudadanía, y más sus adversarios, lo cubrieron ocasionalmente de reproches en la contienda política, hasta el punto de no llegar a triunfar electoralmente, como se merecía. Claro que es el precio que se ha de pagar en la lid democrática. Gente buena se ha quedado también en el camino: Tierno Galván fundador del PSP, Joaquín Ruiz-Jiménez, fundador de Izquierda Democrática  de corte demócrata-cristiano, entre otros… En cualquier caso, nadie pudo tachar al “Califa rojo” de incoherente, necio, contradictorio, torpe. Sus palabras cultas, comedidas, sin animadversión, siempre dejaban huellas… al menos en este inquieto y limitado observador de los valores humanos del que fuera dirigente de IU.
Julio Anguita, digno en su rebeldía con causa, hoy yace vivo en el unánime  reconocimiento de la ciudadanía  y no menos en el respeto de la clase política, en general. Como maestro y político vocacionado, supo, finalmente, estar a la altura ascética de la bohonomía integral. Lo demostró en la ocasión más dolorosa de su vida, cuando, momentos antes de dar una conferencia en Madrid,  recibió la noticia de la muerte de su hijo periodista que cubría la guerra de Irak.  En referencia a su hijo manifestó muy emocionado: “Ha cumplido con su deber y yo por tanto voy a dirigirles la palabra para cumplir con el mío... Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”.

domingo, 10 de mayo de 2020

HOJA DE RUTA



Seguimos asistiendo a una inundación informativa, auténtica “verbodemia” (permítaseme este “neologismo de uso privado”) usada  no sólo por el Gobierno de turno, sino también por cadenas de TV en busca de clientelismo, y los mismos WhatsApp. Informaciones que  han sembrado en numerosas ocasiones más sospechas que evidencias, con hartura de confinamiento que llega a la verdad del cansancio y hasta desesperanza.
 La pandemia del coronavirus sigue sembrando muertes, contagios, y un oleaje de dolor en todos los sentidos. Pues al propio tiempo, el covib-19  continúa descubriéndonos nuestra propia vulnerabilidad. Nos vemos desnudos ante la más estricta incertidumbre, propiciando la certeza de  nuestra impotencia. Y más ahora que, cuando vemos “la curva” disminuir, llegan atisbos de claudicación creando más vulnerabilidad… Sin embargo, la experiencia de nuestra propia vulnerabilidad sigue predicando  la oportunidad de reconciliarnos en profundidad con nosotros mismos, y comunitariamente.
Cuanto más  vulnerables en comunión nos reconocemos, tanto  mayor es  nuestra fortaleza. Y el miedo “común” que nos ha engendrado la pandemia  nos tiene que hacer ver dónde podemos poner nuestra confianza,  dónde  encontrar la fuente de nuestra seguridad.
Tal vez, la experiencia de confinamiento global que estamos viviendo, sea una oportunidad para experimentar el profundo convencimiento de Pablo de Tarso: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp. 4, 13), pues no somos tan “dueños” del mundo, tal como nos parecía antes del virus mortal.
Se ha creado entre todos una situación planetaria extremadamente cruel... Como el apóstol, vamos a necesitar cada vez más a Jesús, aunque en algún momento parezca dormitar sobre el cabezal de la barca en el Tiberiades de nuestra pandemia... El Crucificado vuelto a la Vida nos hace creíble a un Dios Padre fundamento de nuestra esperanza frente a toda desesperanza. Él nos ofrece una hoja de ruta, que con inmensa claridad y precisión Juan el Zebedeo  recoge en su evangelio: “No se turbe vuestro corazón…” (Jn.14, 1-12)




Camino, y verdad, y vida, trilogía
de un destino prometido.
En ti, Jesús,
resplandece el Dios accesible,
a pesar de su silencio tantas veces irritante.

Tú eres, Maestro, nuestra hoja de ruta
para arribar, sin ilusiones vanas,
a la morada del Padre.

Camino que no se degrada con el tiempo.
Verdad que despeja las dudas del peregrino.
Vida que repone nuestras esperanzas.

En tu camino, se abren horizontes nuevos.
Transforma, Señor, nuestros baches del alma
en pistas de danza.

En tu verdad, desaparecen dudas y miedos.
Transforma, Señor, en armonía
las discordias de nuestra mente.

En tu vida, se abre la comunión con el Padre.
Transforma, Señor, nuestras ventiscas
en encantos de la calma.

Y colmarás nuestra sed de eternidad.