domingo, 10 de mayo de 2020

HOJA DE RUTA



Seguimos asistiendo a una inundación informativa, auténtica “verbodemia” (permítaseme este “neologismo de uso privado”) usada  no sólo por el Gobierno de turno, sino también por cadenas de TV en busca de clientelismo, y los mismos WhatsApp. Informaciones que  han sembrado en numerosas ocasiones más sospechas que evidencias, con hartura de confinamiento que llega a la verdad del cansancio y hasta desesperanza.
 La pandemia del coronavirus sigue sembrando muertes, contagios, y un oleaje de dolor en todos los sentidos. Pues al propio tiempo, el covib-19  continúa descubriéndonos nuestra propia vulnerabilidad. Nos vemos desnudos ante la más estricta incertidumbre, propiciando la certeza de  nuestra impotencia. Y más ahora que, cuando vemos “la curva” disminuir, llegan atisbos de claudicación creando más vulnerabilidad… Sin embargo, la experiencia de nuestra propia vulnerabilidad sigue predicando  la oportunidad de reconciliarnos en profundidad con nosotros mismos, y comunitariamente.
Cuanto más  vulnerables en comunión nos reconocemos, tanto  mayor es  nuestra fortaleza. Y el miedo “común” que nos ha engendrado la pandemia  nos tiene que hacer ver dónde podemos poner nuestra confianza,  dónde  encontrar la fuente de nuestra seguridad.
Tal vez, la experiencia de confinamiento global que estamos viviendo, sea una oportunidad para experimentar el profundo convencimiento de Pablo de Tarso: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp. 4, 13), pues no somos tan “dueños” del mundo, tal como nos parecía antes del virus mortal.
Se ha creado entre todos una situación planetaria extremadamente cruel... Como el apóstol, vamos a necesitar cada vez más a Jesús, aunque en algún momento parezca dormitar sobre el cabezal de la barca en el Tiberiades de nuestra pandemia... El Crucificado vuelto a la Vida nos hace creíble a un Dios Padre fundamento de nuestra esperanza frente a toda desesperanza. Él nos ofrece una hoja de ruta, que con inmensa claridad y precisión Juan el Zebedeo  recoge en su evangelio: “No se turbe vuestro corazón…” (Jn.14, 1-12)




Camino, y verdad, y vida, trilogía
de un destino prometido.
En ti, Jesús,
resplandece el Dios accesible,
a pesar de su silencio tantas veces irritante.

Tú eres, Maestro, nuestra hoja de ruta
para arribar, sin ilusiones vanas,
a la morada del Padre.

Camino que no se degrada con el tiempo.
Verdad que despeja las dudas del peregrino.
Vida que repone nuestras esperanzas.

En tu camino, se abren horizontes nuevos.
Transforma, Señor, nuestros baches del alma
en pistas de danza.

En tu verdad, desaparecen dudas y miedos.
Transforma, Señor, en armonía
las discordias de nuestra mente.

En tu vida, se abre la comunión con el Padre.
Transforma, Señor, nuestras ventiscas
en encantos de la calma.

Y colmarás nuestra sed de eternidad.

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