lunes, 19 de octubre de 2020

DOMUND 2020


 Este año la campaña del DOMUND, la Jornada Mundial de las Misiones convocada por el Papa, se enfrenta a una situación difícil por la pandemia. «Aquí estoy, envíame» es el lema de este año.

 Las cifras

El año pasado, el Fondo de Solidaridad donde va a parar la aportación económica reunió 77.776.132.07 euros para asistir al os 1.115 territorios de misión repartidos por todo el mundo. De ese dinero, 10.527.782,81 euros provenían de España. Ese dinero ha permitido financiar 439 proyectos en 149 territorios de misión repartidos en 39 países

 Colaboración

La emergencia sanitaria ha provocado que no se puedan hacer las colectas con normalidad en las misas y en los colegios. Se puede colaborar a través de diferentes medios telemáticos

Para que nadie se quede sin la oportunidad de aportar a este gran proyecto, se han preparado distintas iniciativas. Además de las colectas en las misas se pondrán hacer donativos a través de:

-Bizum, al número 00500 desde la App del banco

-Por transferencia a Obras Misionales Pontificias en la cuenta ES32 0049 5117 28 21 1009 4950

-Llamando al teléfono 91 590 00 41, de 9,00 a 14,00 horas

-Por la web: en la página www.domund.es, utilizando tarjetas de crédito y Paypal

 Un Domund en medio de la pandemia. Sin embargo, estas circunstancias también han puesto de manifiesto que el papel de la Iglesia es crucial para los más necesitados en países de África, Asia y América. Allí la Iglesia está en primera línea en la lucha contra el virus, la pobreza y el hambre. El Domund es una oportunidad para apoyar su trabajo y conseguir que las misiones puedan seguir abiertas en esta crisis sanitaria», ha indicado el delegado diocesano de Misiones.

martes, 13 de octubre de 2020

LOS MAESTROS ENSEÑAN PERO NO EDUCAN

 


Hace días leía un mensaje a través de WhatsApp, que decía, en contexto provocativo, “los maestros enseñan pero no educan”. Pensé, esta persona escribe de lo que no sabe…  Es una manera más de querer confinar al magisterio al rincón aséptico del acto puramente docente.  Hay gente que no es capaz de ver, y sentir,  la labor constante de señores-señoras irradiando luz y calor  a su alumnado.  Como ha dicho el papa Francisco,  únicamente sabrán apreciarlo aquellos que se dignen girarse hacia su influjo” (cf. Palabras del Papa a los profesores en el inicio del curso  actual).

Ante el WhatsApp de la amiga, he reseteado mi chip “cabreológico”,  y le contesto, no sin antes recordar a  Cecilia Meireles, poeta y maestra brasileña, que dejó dicho en una entrevista: “…Hay personas que simplemente aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre”.

Pues bien, una de esas personas que “marcan” es el maestro-maestra que ha pasado por nuestras vidas. En mi edad ya septuagenaria no se me olvida aquel hombre bueno que entraba en el aula con paso  lento y sonrisa amplia, para regalar lo mejor de sí:  la ilusión de educar.  Hoy me resulta imposible recordar el contenido de sus clases. Pero mi memoria escolar  se centra en aquel  hombre que  marcó mi temprana edad. Don Manuel tenía el embrujo de enseñar para la vida, a la luz de la gramática, la aritmética, la geografía...

Hoy nos movemos en medio de una situación traumática, donde el Covid  por un lado  y,  por otro, el afán desmedido de infravalorar cuanto se mueve en el recinto escolar hacen estragos la convivencia. Y, en casos, hasta se pone en cuestión la autoridad moral del maestro.

Se dan  momentos, cierto, en que los maestros parecen escorarse hacia el pesimismo o la desgana, influidos por los exabruptos de ciertos incompetentes “on line” o presenciales, o por la incompetencia adscrita al sillón ministerial de turno. Por suerte, no es una radiografía tomada del “común”.  Pues con o sin pandemia,  es de reconocer que el binomio maestro-familia, en ambiente de auténtica resiliencia,  ha sido y es puntal de salvación de nuestros niños e icono de madurez escolar.

Hoy como ayer, el profesorado  vive su gesta docente como vocación. Se “deja el pellejo” proyectando la escuela como lugar de encuentro sistemático a lomo de la educación y el aprendizaje positivo. Nos encontramos con un dignísimo “cajón de sastre” donde  retales  de saberes en su caudal  cognitivo se mezclan con retazos de formación cívica,  ética y de socialización afianzando aprendizaje y educación como ¡esencia de la escuela!

Hoy, como ayer, el maestro asume la responsabilidad  inalienable  de consolidar el armazón de valores educativos. ¡Cuánta estrategia didáctica y técnicas de enseñanza para inculcar contenidos axiológicos! ¡Cuánto derroche de empatía por parte del profesorado ante la demanda de los padres que se sienten perdidos en el devenir escolar!  ¡Cuánto sentido pedagógico se moviliza en la escuela para llevar a cabo los protocolos de protección del coronavirus!...

María Zambrano solía decir que “sin preguntas y sin maestro estamos perdidos”.  Con Don Manuel tuvimos siempre, siendo niños,  la oportunidad de adelantarnos a la sabia afirmación de la poeta malagueña. Recuerdo que le preguntábamos muchas cosas, cosas de niños, pero como quien se acercaba a un gran actor que maneja su mejor papel, el de maestro. ¡Qué privilegio a nuestra corta edad soñar en un futuro ser como D. Manuel! Como hoy soñará más de un niño o niña ser como la seño Bea o el profe Antonio.  La  imagen de mi nieto Hugo deseoso de reencontrarse, tras seis meses de confinamiento, con su seño Ruth, lo dice todo…

La escuela enseña y educa, porque sigue habiendo maestros-maestras vocacionados, constantes, coherentes… ¡hechos con madera de roble!

 

sábado, 3 de octubre de 2020

MUERE EL PAPÁ DE MAFALDA

 


Joaquín Salvador Lavado Tejón  Quino”,  hijo de andaluces emigrados a Argentina en 1919, nació en  Mendoza  (Argentina)  en 1932, e inició los estudios de Bellas Artes, que abandonó pronto para dedicarse a dibujar historietas de humor.  Alcanzó la fama con las tiras de Mafalda.  Esa niña idealista, revolucionaria, simpática, atrevida y gran luchadora social, querida en el mundo entero.  El pasado 29 de septiembre cumplía 56 años. Y un día más tarde quedaba “huérfana”. Quino moría a sus 88 años en su ciudad natal entre las “lágrimas” no sólo de Mafalda, sino  también de Susanita, Manolito, Felipe, Miguelito y Guille…  Desde aquí nuestro homenaje  a Quino, unido a la pena  que embarga a millones de sus seguidores.