¿Ha
comenzado el desguace? ¿La franquicia ha
sido saldada en la escena política? Los “dramaturgos” de turno ya están a punto
de arriar definitivamente el telón tras el ensayo teatral interpretado on line
desde Waterloo... No diré que España “se está acabando”, parafraseando a Scout
en “Matar a un ruiseñor”, pero hondamente sensible a la repercusión nacional,
sí diré que se está amputando lentamente la democracia en España.
Arietes
ubicados en diversos puntos cardinales de nuestro país juegan a derribar el
Estado de Derecho huyendo del “dispensario de salud” que es nuestra Carta Magna.
Nuevos repuntes de la agresividad sociopolítica
ya casi llegan a emular los
enfrentamientos civiles de nuestra triste historia un tanto lejana, aunque no
desgraciadamente olvidada. ¡Gracias que las Fuerzas de Seguridad se mantienen
unidas bajo el mando común de un Rey con gran sentido de Estado y un Servicio
judicial en su mayoría conscientemente imparcial!
Cierto que en nuestro país hay más problemas que Puigdemont y una
amnistía que sigue marcando la agenda política, ¡increíblemente! Sí, en España
la sanidad, el agua, el paro, la educación, la vivienda y muchos etcéteras son
razones inquietantes para vivir preocupados, pero todo ello no deslegitima la
lucha por la "lealtad constitucional” tan denostada desde el chantaje vil
que vienen sufriendo nuestras instituciones democráticas. El problema está más allá de la anécdota de un fugado de la
justicia pautada sobre el escenario de la consciencia histórica. ¿Habrá “barra
libre” para los desertores, habidos y por haber, de la unidad constitucional,
y, por ello, de la convivencia nacional?
No quisiera ser la palabra que nunca debí pronunciar en el
lado más cruel de la vida sociopolítica de nuestro país: ¡Estamos condenados al
desastre! Pero en la jungla
parlamentaria se eternizan las mentiras o sus eufemismos, “los cambios de
opinión”. El viento favorable no lo acusan quienes no quieren –o no saben- remar al unísono… Un velo sutil envuelve la
embarcación, mientras la esperanza ante la incertidumbre sociopolítica se muestra
cosida al dolor de cada día de tantos “españolitos”
desbordados por el paro, la inflación, la problemática agraria, el proceso a las
mafias que trafican en nuestros mares, las
deficiencias de la sanidad pública… y todo en medio de un panorama trágico de
desolación y hambre, bajo misiles y drones mortíferos.
El grave deterioro institucional de nuestro país sigue su proceso de incubación en la propia bancada azul que le lleva a “levantar muros”, metabolizando los nutrientes políticos a golpes de mentiras y compensaciones desleales, con peligro de recrear las dos Españas de otro tiempo, el más desgraciado que ha conocido nuestro país. ¿Tragedia? Se ve a un gobierno con “respiración asistida”, escudándose en insultos a jueces y magistrados: ¡cacería de jueces! Y hasta, últimamente, hemos asistido a la incongruencia ética de un presidente que, liado a sus preocupaciones electoralistas gallegas y otros afanes propagandísticos, no ofreció ni un minuto de silencio por los dos muertos en el mar andaluz del honor y el trabajo. O acosado por los delirios independistas de un prófugo que se autoproclama “exiliado de la opresión” y que ya prepara maletas para volver victorioso a bordo (¡tal vez!) de un Falcon.
Lo cierto
es que nuestro
país atraviesa una de las crisis más
profunda de su historia… Desde la
disensión se puede, y se debe, defender las propias ideas hasta el
hartazgo y con pasión, pero nunca abrigando la pretensión de “vender la piel de toro por un plato de lentejas".
¡Dichosos votos! No sería descabellado obligar a más de un político a someterse
a una sesión de psicoanálisis social.
Urge, pues, salir de esta fase parlamentaria agónica y
evitar que “los locos guíen a los ciegos”, según Shakespeare en “El Rey Lear”. ¿Qué hacer ante el acoso a nuestra Carta Magna que nos focaliza la vida? Últimamente estamos asistiendo a la debacle
del más elemental sentido ético de la política. ¡Trama rusa
incluida!
Por higiene democrática y decencia
política no entro en demonizar a nadie antes de que la Justicia
dé su veredicto. Pero el seísmo del caso Koldo hace tambalear la "chaise
politique", a pesar de que los presuntamente corruptos traten de
atrincherarse en la denuncia de “huellas” en el bando opositor, envenenando, con la falsedad que les
caracteriza, la convivencia social.
Me siento
en desafección ciudadana, agazapado entre la crispación reinante. No pretendo dramatizar ni
enredarme en polémicas inútiles, sino servir de altavoz de la calle. El “puzzle”
nacional no goza precisamente de buena salud. Las piezas no acaban de encajar
para surtir el efecto gozoso de una sana convivencia. Aunque de ningún modo son desechables. Todas las piezas del puzzle son
indispensables. Pero obligadas a pasar
por una metanoia política engarzada en la verdad sincera y en el deseo de lastrar
los sentimientos adversos. Todos debemos de
contribuir al bien común, como aspiración nacional. Y, en concreto, los políticos deben sentirse fieles administradores de la
democracia, y no simples operadores de mercado.