María Ángeles Cabrerizo (izda) junto a Mar Venegas, Premio Cervantes chico 2022
La Biblioteca
municipal de Huétor Santillán ha sido distinguida con el premio extraordinario “María
Moliner”, con el que el Ministerio de Cultura reconoce “los mejores proyectos
de animación a la lectura en España”. Un
premio generoso que viene a revelar ese espíritu serrano que, desde hace más de medio siglo, ya en la persona de don José Ayala, sigue
inyectando savia hasta nuestros días. Y, ciertamente, la Biblioteca
hueteña es un claro ejemplo en ese arte de promover y difundir la cultura.
Para
navegar por el premiado mar de la
lectura, gozamos de una brújula, que desde hace diecisiete años, viene marcando
las convicciones estéticas literarias de
nuestro enclave. Es María Ángeles Cabrerizo, bibliotecaria, que ha sabido
descubrirnos el apasionante mundo del libro… Sus largos años pasados al frente
de la Biblioteca municipal es el mejor premio. Pero que este municipio, que no
llega a dos mil habitantes, tenga “una
de las diez bibliotecas más reconocidas de España por sus actividades de
fomento de la lectura”, eso ya es un “premiazo”. Y más,
si nos cubre el honor de merecer el prestigioso “Premio María Moliner”, dotado con diez mil euros.
Es digno de
todo elogio el cuidado promocional de nuestra abnegada bibliotecaria en la
creación y seguimiento de la Biblioteca municipal. Es más. Todos los esfuerzos
de promoción cultural en este pueblo, están en íntima simbiosis con la gestión
cultural que desarrolla el también abnegado concejal de cultura, Tomás Pérez
Cobos, como el disciplinado “Colegio Sierra de Huétor", el fructífero “Club de Lectura Hildegarda” y las diversas asociaciones que tanto
enriquecen nuestra bagaje humano y cultural. Ello se manifiesta en la cantera
de poetas, cuyo santo y seña lo marca el “Bosque de la Poesía”, que
visibiliza un Huétor Santillán promotor del
recién estrenado Concurso Nacional de Poesía… Lejos de todo chovinismo, nadie
va a quitarnos el derecho de soñar con ese
aluvión de gozo y buenos deseos que supone nuestro inmenso bagaje cultural.
El “Premio María
Moliner”, como regalo institucional, se anticipa a los Reyes Magos, para cubrir
las espaldas a un Ayuntamiento que, con su alcalde José Carlos Ortega a la
cabeza, reivindica ante esferas autonómicas un edificio que albergue adecuadamente sus tres mil volúmenes y las muchas
actividades de adultos, jóvenes y niños,
devoradores de las bellas letras. El Ayuntamiento en pleno ha de seguir
ejerciendo, si cabe con mayor fuerza, el deber de ser mecenas del progreso
cultural, rico y diverso. Una urgencia que,
unida a la necesidad ya inveterada
de una nueva Casa de la Cultura, testimonie el patrimonio humano y cultural de nuestro pueblo serrano.
Nuestra
admirada bibliotecaria ha hecho que el libro y su lectura se hayan convertido,
paso a paso, en algo profundamente
lúdico, aficionando al lector hasta atraparlo gozosamente entre las cuerdas de
su salud cultural. Lejos de todo patrioterismo
vacío, ella ha sido la creadora de un
bastión de comunicación, sin certificado de caducidad. Nuestra Biblioteca no será
nunca pasto del moho o de las telarañas,
mientras desfile entre sus estanterías
gente con hambre de lectura, con ansias
de afinar nuestro lenguaje y nuestra conciencia crítica. Con ella, bibliófila hasta la médula, se
rompe la cortina del tiempo y se divisa un futuro halagador, con un libro, eso
sí, bajo el brazo rivalizando con la revolución tecnológica.
¿Un
hándicap, sin embargo? Pues, sí. Nuestra Biblioteca hueteña ha sufrido el “maltrato” de los presupuestos. El
escenario literario está pidiendo salas de lectura, de diálogo literario,
de vivencias y contrastes intrahitóricos,
que diría nuestro inmortal Unamuno. Urge, pues, espacios donde leer sea siempre una
tarea arduamente comunicativa… Es de esperar que este premio venga cargado de
ilusión y esperanza.
Así, entre
los pliegues de la memoria hueteña, permanecerá el buen hacer de una joven ilustrada construyendo puentes -¡labor
de hormiga!- entre lectura y escritura, que ya hoy se aprecia en los escolares
del “Sierra de Huetor”. Los pequeños poetas van más allá de su valor puramente
simbólico… Y el río Darro, de nuestras entrañas, que lució oro en su primavera,
ya podría gozar de una digna biblioteca.
La Biblioteca del Darro.