Raimundo
Iáñez, pintor y poeta de Huétor Santillán, Granada (1956), ha desarrollado un itinerario pictórico básicamente
experimental. La danza ha estado en su mente desde que, siendo joven,
vio la película de Sidney Pollach, en el teatro Isabel la Católica, titulada
“Danzad, danzad, malditos”. Película que
hizo fortuna con Jane Fonda y otros grandes actores, representando a un Estados Unidos, en un ambiente de inmensa miseria y de gente
desesperada apuntada a una maratón de danza en busca de un premio… Ya
entonces, llegó a pensar que algún día
ese mensaje brotaría con fuerza en sus pinturas. Así, “esta exposición de doce
cuadros pretende dar rienda suelta a mi imaginación y mi punto de vista sobre
el movimiento de la danza”, nos cuenta. Tal vez en un mundo de hoy desesperado
por los acontecimientos.
La esencia, pues, de su actual obra es clara inspiración icónica y literaria,
de danza rítmica siempre ascendente, que se desarrolla estéticamente en una
permanente dialéctica entre la pureza y simplicidad de la línea, la intensidad
y la fantasía de las masas cromáticas. Obra basada en los caminos de la técnica mixta entre tinta, grafito y témperas, en papel especial, sobre textos de bailarines y literatos
famosos. A mí, personalmente, me
recuerda la
pintura en grisalla, muy empleada en vidriería, con sus matices
cromáticos. Toda su obra, desde años, refleja un mundo un tanto onírico, hasta surrealista.
En definitiva, diría que Raimundo es un artista de
trabajo minucioso, cual orfebre que maneja a la perfección su buril.
La
enmarcación es obra de Nino Vivo, escrupuloso artesano de la madera. Ha
utilizado la madera de “ramín”, muy versátil, color pajizo, de textura fina y
uniforme que le da un mayor protagonismo a la obra pictórica de Raimundo. Un
acierto más que reluce en el Centro Cultural de Huétor Santillán, durante los
días 25 de noviembre al 9 de diciembre del presente 2024.
En la exposición, merece la pena destacar las calabazas de agua pintadas con genial minuciosidad, pretendiendo emular el “Péndulo de Foucault”, obra del astrónomo y físico francés del siglo XIX, expuesta en el Parque de las Ciencias de Granada.
En la exposición, merece la pena destacar las calabazas de agua pintadas con genial minuciosidad, pretendiendo emular el “Péndulo de Foucault”, obra del astrónomo y físico francés del siglo XIX, expuesta en el Parque de las Ciencias de Granada.
La
pintura de Raimundo recoge, pues, elementos figurativos que reflejan musicalidad
y poesía, sinfonía ascendente, entre siluetas humanas con sus rasgos definidos,
inmensamente evocadores. Es, en definitiva, la estética en grado sumo de su
arte plástica.
El péndulo de Raimundo Iáñez
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