…se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres.
(Lc. 2,41-52)
La caravana de Nazaret se ha puesto en marcha,
encarnada en el camino de Jerusalén amasado
en la tradición y en la lealtad a la Ley.
Y las fiestas de la Pascua
llenaron de gozo el retorno a Galilea…
Los 12 años del joven nazareno,
cumplidor,
acamparon en el templo
deslumbrando a viejos maestros.
Tres días de búsqueda, -¡prefiguración pascual!-,
fueron de dolor para sus padres.
Lo buscaron. Y no iba en la caravana.
María y José, retomaron el camino,
a la manera de la tensión de Emaús.
Y lo encontraron donde tenía que estar,
¡en las cosas de su Padre!
…
María, Madre de Jesús,
enséñanos Tú que en la caravana peregrinante
el Niño es Dios sin fronteras.
Sin pertenencia a nadie, porque pertenece a todos,
Es presencia global del Padre. Nadie se lo puede apropiar.
Que lo mismo se sienta en el templo para desvendar
a los maestros del culto,
que se recuesta en el monte para brindar
por los limpios de corazón.
Que lo mismo está, junto a Ti,
entre las tinajas de Caná,
como, junto a sus discípulos,
entre la lepra de los desahuciados.
Que su misión, aún de joven, está sentarse
junto a los letrados cubiertos con la kipá,
como permanecer de pie envuelto con el color de la pobreza.
Y enséñanos, María Madre,
a guardar, como Tú, todas estas cosas en nuestro corazón…