Quédate con nosotros porque atardece…
(Lc. 24, 13-35)
Se
nos hace ya tarde. Y anochece en nuestro Emaús.
¡Noche
fatigosa la de nuestra fe, Señor!
El
escándalo de tu cruz
ha
trastocado nuestras ilusiones
y
el desencanto se apodera de nuestras esperanzas.
Nuestros
pies no soportan la larga caminata de la vida,
nuestras
dudas y temores se hacen eternos.
Solos,
no somos más que torpes discípulos de un crucificado.
Y
no alcanzamos a entender el valor revolucionario de tu testimonio.
De
ahí, nuestras inquietudes y amargas desilusiones.
Sí,
hemos tomado el camino equivocado
al
atrincherarnos en el aislamiento de nuestros rezos,
en
el abandono de la comunidad,
en
la huida de toda búsqueda, en el olvido de tu palabra.
¡Qué
torpeza la nuestra!
Gracias
que en Emaús, Señor,
nos
has despejado el camino…
Cuando
se haga tarde y anochezca en nuestro corazón,
la
escucha comunitaria de tu palabra
y
el amor compartido en la fracción del pan
realizarán
la experiencia de tu encuentro resucitador.
Entonces
se abrirán nuestros ojos para
reconocerte.
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