Y Él se puso a hablar,
enseñándoles: Dichosos… (Mt. 5, 1-12)
Tú
lo has dicho, Señor!
Dichosos
nosotros, si no triunfa en nuestro corazón
la
engañadora confianza en las riquezas.
Dichosos,
si no genera nuestro corazón
envidias,
calumnias o actitudes vengativas hacia los hermanos.
Dichosos,
si invadimos nuestro corazón de las mismas lágrimas
que
llora gran parte de la humanidad.
¡Tú
lo has dicho, Señor!
Felices
nosotros, si nos dejamos el pellejo
en
la hondura del hambre y de la sed de nuestros hermanos.
Felices,
si libramos la batalla a nuestro egoísmo
y
hacemos de la misericordia el trono de nuestros gozos.
Felices,
si convertimos la negrura de nuestras vidas
en
luz radiante, en transparencia cristalina.
¡Tú
lo has dicho, Señor!
Bienaventurados,
nosotros si alzamos la bandera de la paz
desde
la orilla de nuestro corazón hasta los horizontes lejanos.
Bienaventurados,
si no nos rendimos ante las injusticias,
si
no capitulamos ante el riesgo de ser perseguidos
por
tu causa, Señor.
¡Tú
mismo lo has dicho, Señor Jesús!
Que
ya, ¡desde ahora!,
nos
has inscrito en tu agenda.