Ya suenan los toques de retreta para las muchas
fiestas populares que llenan nuestras geografías. Esas fiestas que durante días
han humanizado a los pueblos con su bullicio en las calles, sus verbenas, sus
competiciones deportivas, las amenas ofertas en los tenderetes de inmigrados,
las delicias de los niños en los “tiovivos”, los fuegos artificiales… ¡Un
derroche de alegría! Y es que las
fiestas son fascinación, días y noches de complicidades. Todo
un fenómeno “marginal” de la vida cotidiana no como sustitución, sino
como complemento de lo cotidiano, como antibiótico de la monotonía… Un pueblo
no puede pasar sin sus fiestas: trabajar y festejar forman el binomio de la
vida humana. Es la cultura de la fiesta de la que habla Odo Marquart, en La
fiesta. “El hombre es un ser festejante”,
escribía en 1993. Pues bien, así lo ha vivido hace tan solo unos días Beas de
Granada: un reto tanto estético como social, casi una “liturgia secular” con
marchamo histórico en su pregón.
Un pregón que este año ha tenido una de las mejores rúbricas de su historia en la persona de
Sandra Pastrana. Nacida en Granada, su vida
se fue tejiendo en el seno de los “matrucas
y pintaos” de Beas de Granada, hoy vive en Roma junto a sus
amores Alessandro Liberatore, su esposo, tenor de amplísimo curriculum, y su joya de unos meses, Donatello. Sandra aletea como brillante ganadora
de numerosos concursos internacionales de canto. Intérprete bajo la batuta de grandes directores y en
prestigiosos teatros líricos y con una rica discografía en su haber. Musa
divina interpretando obras de Wagner,
Albéniz, Ravel, Rossini, Janáček, Puccini,
Montsalbatge, Mozart, Bizet, Falla… y tantos otros, ha
triunfado en el Auditorio Nacional de Madrid con el Réquiem de Verdi. Y, últimamente, ha grabado con la orquesta de RTVE, “El
barberillo de Lavapiés” de Asenjo Barbieri. Próximamente, en el Teatro Real de Madrid,
interpretará Rigoletto de Verdi , así como diversos recitales a lo largo de la
geografía española.
Su molde artístico que cabalga triunfalmente gracias a
esa
voz de graves llenos de musicalidad y sublime afinación, ha trascendido al convertirse en pregonera de las
fiestas de Beas de Granada. Su pregón
resonó con gracia e ingenio, con ese
aire inequívoco de quien ha vivido gran parte de su niñez a la sombra de la
majestuosa imagen del “fraile”, prodigio de la naturaleza. Un
entretenido pregón que cumplió a la
perfección recordando y festejando los
valores del pueblo... Insumisa
como valiente en su “démarrage” pregonero, cautivó nuestra atención cuando alzó
su voz de indiscutible mezzo en compló con el juego seductor de su mirada
puesta en escena para invitarnos a subir virtualmente al escenario. Todo un frescor de alegría jalonaba la abarrotada
Plaza Alta, en medio de una noche
inmensamente cálida. Supo tejer empatía y solidaridad. Y así, ejerció de “sacerdotisa” predicando
y exaltando el desarrollo social y folklórico del pueblo. Al
mismo tiempo que profesó de “maestra”,
haciendo del pregón el arte de saber
contar anécdotas y chascarrillos, con la autoridad de
saberse carta de naturaleza entre sus familiares y amigos beatos.
Graciosa y pícara, presa de encanto y tradición, sintiéndose en “la mejor
platea de sus actuaciones”, hizo guiños a la gastronomía y, en concreto, al
vino de Beas, elogió la Peña Flamenca, se detuvo en la idiosincrasia de un
pueblo “trabajador, acogedor y solidario”… Recordó con emoción a su iglesia
parroquial de la Inmaculada del siglo XVI y -¿cómo no?- su sentimiento de
pertenencia lo enmarcó con una evocación sumamente singular a sus abuelos Manolo
y Encarna.
Se despidió a lo grande, como no podía ser de otra manera, interpretando la romanza “De España vengo” de Pablo Luna. Pero el broche final, el zenit del pregón lo inmortalizó bajo las notas de Agustín Lara cantando “Granada”, con una voz que ha alcanzado la redondez en el registro de mezzo: ¡momento espléndido! Si la sencillez era una meta para Picasso, de Sandra podemos decir que vivir con sencillez la gloria de los escenarios ha sido siempre su meta… ¡El arte de ser!
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