Domingo de Ramos. Mc 11,1-10
El Maestro empieza con signo triunfal. Memorial de una muerte necesaria. "Conviene que un hombre muera por el pueblo". Jesús evoca la profecía de Zacarías, cruzando los umbrales de la ciudad santa, montado sobre un asno. El enviado humilde de un Dios cuyo poder es el amor. ¿Reivindicación mesiánica? ¿Provocación? ¿Canto a la no-violencia a pesar del sangrante compromiso con los perseguidos por ser justos, con los limpios de corazón, con los misericordiosos, con los hambrientos y sedientos...
Lunes santo. Juan 12, 1-11
Jesús en Betania, casa de Lázaro. Su hermana
María unge los pies de Jesús, como premonición de la muerte del Señor. Protesta interesada de Judas. No tenemos a Jesús físicamente, pero tenemos a
los pobres que son su imagen viva. Hemos de ungir con aroma de amor
sincero a los más débiles de nuestra sociedad. Sentido testimonial de la Gran Semana.
Traiciones,
abandonos... Judas, Pedro, el resto de los discípulos. Se acerca la cruz
y con ella la muerte. Máximo servicio, máximo amor. Y máximo distanciamiento
nuestro. Nos va más las liturgias y el folklore, y menos el Evangelio. Nos va
más las "perras" en los bancos, que en las manos de los nazarenos
necesitados. Nos va más el apego a los "poderes", que nuestro abrazo radical a la Cruz. Confiamos más en nosotros mismos,
que en Él. Tenemos muchas "capas", que nos hacen impermeables a su
gracia...
Miércoles Santo. Mt 26, 14-25
Treinta
monedas de plata. Ceguera espiritual. La traición es
cuestión de conciencia paulatinamente deformada. Nos obstinamos en nuestro
propio Yo... "Uno que puso la mano en mi plato": la infidelidad
perseveró hasta el fin. ¡Treinta monedas!... Por "menos
monedas" aún traicionamos hoy a Jesús los cristianos cuando nos
acurrucamos a la sobra de los templos y sus guardianes, descuidando las
periferias donde aguardan desde siempre los verdaderos "templos
humanos". No sabemos o no queremos discernir.
Jueves Santo. Jn 13; I Cor. 11, 23-26
Mi vida irrumpe en la vida de Jesús. Es la llegada del Reino. Si hay algo que contagia de verdad es el entusiasmo por su Palabra y el Pan partido entre hermanos... También, agua en la jofaina y toalla ceñida, ¡para tener parte con Él! No hay otro camino. Servir. Y compartir el Pan y el otro pan. Y amar como Él. Solo así somos pasión por Dios y entrega sin reserva a todos. En la Cena, Jesús se reafirma en su decisión de ir hasta el final. Fidelidad al proyecto del Padre. "Haced esto en memoria mía" Nosotros nos reafirmamos en nuestra opción de caminar sobre sus pasos. Abandonar en sus manos nuestra vida para intentar vivirla hasta las últimas consecuencias... Los signos del pan y el vino condensan la hondura de su fidelidad al Padre. ¡Y la nuestra!
Viernes Santo. Jn 18 y 19.
Traicionado.
Y nueva oportunidad: ¡amigo! Pero Judas, perdido, no lo entendió. Se hundió en
su propia seguridad. Mientras... el Cordero fue llevado al matadero: "Padre,
¿por qué me has abandonado?" El Profeta fracasado. Dios no lo libró del
dolor ni de la muerte... Y se dispersó el rebaño. En el silencio de todo dolor,
Él va por delante. Para eso vino: para bajar a la profundidad de nuestras
miserias. He ahí la clave. Jesús no fue ajeno al dolor humano. Misterio. Dios
callado y escondido en medio de la fidelidad del Hijo nazareno. "Conviene que un
hombre muera por el pueblo"... "Padre, en tus manos pongo mi espíritu". Y dicho
esto, expiró. ¡Hasta las últimas consecuencias!... Argumento definitivo a favor
del amor. Y alcanzó la plenitud. "Sé de quién me he fiado".
Sábado Santo. Jn. 19, 38-42
El velo del templo se rasgó... como el
alma de María. Y Él, en el sepulcro nuevo de Arimatea. La Nazarena, rehén de la
soledad, nos acompaña en esta infinita soledad del mundo... Pero su soledad no
es silencio cómplice. Su corazón late tras la piedra mortuoria, como ayer al
pie de la Cruz. Fue también su hora. Esperanza en la Luz nueva, mientras el
corazón del mundo vive expectante. El grano de trigo que muere da mucho
fruto... Un proceso de novedad anunciada se está gestando. ¡Confianza! La vida
se encuentra cuando se pierde por los demás. Misterio de Abbá entregando a su
Hijo. Y María asumió el dolor. Su mirada en lágrimas es luz en nuestro
camino. El sentimiento nazareno de orfandad es plenitud de vida. Nada
está perdido: "al tercer día..." ¡Su promesa! Y Ella a nuestro lado,
apretando nuestra mejilla. "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
Domingo de Resurrección. Mt. 28
La noche no ha podido contenerse, toda la oscuridad se rompió con su Luz. La muerte ya está muerta. Todo se ha cumplido. El sepulcro vacío ya no habla de ausencia, sino de Vida. Compromiso y misión. La Pascua reemplaza la angustia por la certeza de la resurrección. Ya, por fin, la muerte no tiene la última palabra, a pesar de la fragilidad humana, del sufrimiento, de la enfermedad, del horror a la pólvora y a la guerra, a la tortura, al exterminio, al hambre... ¡Crueldad, y todo crueldad! Tomamos fuerzas en Él, devuelto a la Vida. A la esperanza. Al coraje. ¡Cristo ha resucitado! Hoy resuena en todo el mundo que "la piedra" ha sido removida definitivamente. El fin de travesía inhumana da paso a la esperanza de una comunidad nueva, de horizontes nuevos. De infinita expectativa: ¡No está aquí, ha resucitado! Cambiamos el luto en danza. Aleluya, lo encontraremos en la Galilea de todos los tiempos. En la “periferia”, junto al pobre sin techo, sin trabajo, sin tierra. En la vida dura de tantos hermanos, lastrada por tantas caídas. Él está ahí, tras su aparente fracaso. ¡Él vive, aleluya! Nos invita a asumir el reto: "Id por todo el mundo…"
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