martes, 26 de noviembre de 2024

RAIMUNDO IÁÑEZ


Raimundo Iáñez, pintor y poeta de Huétor Santillán, Granada (1956),  ha desarrollado un itinerario pictórico  básicamente experimental. La danza ha estado en su mente desde que, siendo joven, vio la película de Sidney Pollach, en el teatro Isabel la Católica, titulada “Danzad, danzad, malditos”.  Película que hizo fortuna con Jane Fonda y otros grandes actores,  representando a un Estados Unidos, en un ambiente de inmensa miseria y de gente desesperada apuntada a una maratón de danza en busca de un premio…  Ya entonces, llegó a  pensar que algún día ese mensaje brotaría con fuerza en sus pinturas. Así, “esta exposición de doce cuadros pretende dar rienda suelta a mi imaginación y mi punto de vista sobre el movimiento de la danza”, nos cuenta. Tal vez en un mundo de hoy desesperado por los acontecimientos.
La esencia, pues, de su actual obra es clara inspiración icónica y literaria, de danza rítmica siempre ascendente, que se desarrolla estéticamente en una permanente dialéctica entre la pureza y simplicidad de la línea, la intensidad y la fantasía de las masas cromáticas. Obra basada en los caminos de la técnica mixta entre tinta, grafito y témperas, en papel especial, sobre textos de bailarines y literatos famosos. A mí, personalmente,  me recuerda la  pintura en grisalla, muy empleada en vidriería, con sus matices cromáticos. Toda su obra, desde años,  refleja un mundo un tanto onírico, hasta surrealista. En definitiva, diría que Raimundo es un artista de trabajo minucioso, cual orfebre que maneja a la perfección su buril. 
                                                                                                                            Una de la obras de la exposición

La enmarcación es obra de Nino Vivo, escrupuloso artesano de la madera. Ha utilizado la madera de “ramín”, muy versátil, color pajizo, de textura fina y uniforme que le da un mayor protagonismo a la obra pictórica de Raimundo. Un acierto más que reluce en el Centro Cultural de Huétor Santillán, durante los días 25 de noviembre al 9 de diciembre del presente 2024.
En la exposición, merece la pena destacar las calabazas de agua pintadas con genial minuciosidad, pretendiendo emular el “Péndulo de Foucault”, obra del astrónomo y físico francés del siglo XIX, expuesta en el Parque de las Ciencias de Granada.
La pintura de Raimundo recoge, pues, elementos figurativos que reflejan musicalidad y poesía, sinfonía ascendente, entre siluetas humanas con sus rasgos definidos, inmensamente evocadores. Es, en definitiva, la estética en grado sumo de su arte plástica.

                                                                                                                      El péndulo de Raimundo Iáñez



martes, 19 de noviembre de 2024

LA BIBLIOTECA DEL DARRO

 

                                                                  María Ángeles Cabrerizo (izda) junto a Mar Venegas, Premio Cervantes chico 2022

La Biblioteca municipal de Huétor Santillán ha sido distinguida con el premio extraordinario “María Moliner”, con el que el Ministerio de Cultura reconoce “los mejores proyectos de animación a la lectura en España”.  Un premio generoso que viene a revelar ese espíritu serrano que,  desde hace más de medio siglo,  ya en la persona de don  José Ayala, sigue inyectando savia  hasta  nuestros días. Y, ciertamente, la Biblioteca hueteña es un claro ejemplo en ese arte de promover y difundir la cultura.

Para navegar por el premiado mar  de la lectura, gozamos de una brújula, que desde hace diecisiete años, viene marcando  las convicciones estéticas literarias de nuestro enclave. Es María Ángeles Cabrerizo, bibliotecaria, que ha sabido descubrirnos el apasionante mundo del libro… Sus largos años pasados al frente de la Biblioteca municipal es el mejor premio. Pero que este municipio, que no llega a dos mil habitantes,  tenga “una de las diez bibliotecas más reconocidas de España por sus actividades de fomento de la lectura”, eso ya es un “premiazo”.  Y más,  si nos cubre el honor de merecer el prestigioso “Premio María Moliner”,  dotado con diez mil  euros.  

Es digno de todo elogio el cuidado promocional de nuestra abnegada bibliotecaria en la creación y seguimiento de la Biblioteca municipal. Es más. Todos los esfuerzos de promoción cultural en este pueblo, están en íntima simbiosis con la gestión cultural que desarrolla el también abnegado concejal de cultura, Tomás Pérez Cobos, como el disciplinado “Colegio Sierra de Huétor",  el fructífero “Club de Lectura Hildegarda”  y las diversas asociaciones que tanto enriquecen nuestra bagaje humano y cultural. Ello se manifiesta en la cantera de poetas, cuyo santo y seña lo marca el “Bosque de la Poesía”, que visibiliza un Huétor Santillán promotor del recién estrenado Concurso Nacional de Poesía… Lejos de todo chovinismo, nadie va a quitarnos el  derecho de soñar con ese aluvión de gozo y buenos deseos que supone nuestro  inmenso bagaje cultural.

El “Premio María Moliner”, como regalo institucional, se anticipa a los Reyes Magos, para cubrir las espaldas a un Ayuntamiento que, con su alcalde José Carlos Ortega a la cabeza, reivindica ante esferas autonómicas un edificio que albergue  adecuadamente  sus tres mil volúmenes y las muchas actividades de  adultos, jóvenes y niños,  devoradores de las bellas letras.  El Ayuntamiento en pleno ha de seguir ejerciendo, si cabe con mayor fuerza, el deber de ser mecenas del progreso cultural, rico y diverso. Una urgencia que,  unida a la necesidad ya inveterada  de una  nueva Casa de la Cultura, testimonie  el patrimonio humano  y cultural de nuestro pueblo serrano.

Nuestra admirada bibliotecaria ha hecho que el libro y su lectura se hayan convertido, paso a paso,  en algo profundamente lúdico, aficionando al lector hasta atraparlo gozosamente entre las cuerdas de su salud cultural.  Lejos de todo patrioterismo vacío, ella ha sido la creadora  de un bastión de comunicación, sin certificado de caducidad. Nuestra Biblioteca no será nunca  pasto del moho o de las telarañas, mientras desfile entre sus  estanterías gente con  hambre de lectura, con ansias de afinar nuestro lenguaje y nuestra conciencia crítica.  Con ella, bibliófila hasta la médula, se rompe la cortina del tiempo y se divisa un futuro halagador, con un libro, eso sí, bajo el brazo rivalizando con la  revolución tecnológica.

¿Un hándicap, sin embargo? Pues, sí. Nuestra Biblioteca hueteña  ha sufrido el “maltrato” de los presupuestos. El escenario literario está pidiendo salas de lectura, de diálogo literario,  de vivencias y contrastes intrahitóricos,  que diría nuestro inmortal  Unamuno.  Urge, pues, espacios donde leer sea siempre una tarea arduamente comunicativa… Es de esperar que este premio venga cargado de ilusión y esperanza.

Así, entre los pliegues de la memoria hueteña,  permanecerá el buen hacer  de una joven ilustrada construyendo puentes -¡labor de hormiga!- entre lectura y escritura, que ya hoy se aprecia en los escolares del “Sierra de Huetor”. Los pequeños poetas van más allá de su valor puramente simbólico… Y el río Darro, de nuestras entrañas, que lució oro en su primavera, ya podría  gozar de una digna biblioteca. La Biblioteca del Darro.