A la Asociación de Vecinos,
en su lucha por recomponer
el espejo del pueblo.
Hijo pródigo del alma metropolitana,
batel aún a la deriva, perdidos tus remos,
alameda violada, ante el sonrojo de tu silencio,
ajada flor a los pies de mortales desaprensivos,
secuestro llorado en fieles esquinas…
Sobre tu cuna cómplice
incubaron las cuernas horquilladas
del corzo, al arbitrio de su libertad.
Mientras, la pública opinión murmura sobre tu asfalto
la asunción de tu propio destino.
Mas tu espejo hecho añicos
deja ver la imagen de antaño que fuiste
y entre los despojos de tu cascajar
los guiños guardianes de las estrellas
sanean la carcoma de tu madera.
Búcaro de promesas incumplidas,
mira tus nevadas, de blanco censurado,
de luz asalmonada, y aúpa.
Sobre la pasarela metropolitana,
luce, valiente, tus mejores atuendos.
Ya el tren en tu estación se detiene.
No quieras que en él huya
tu amorosa canción última.
Escucha los pajarillos que aun cruzan
tus aires, sin dejar de trinar…
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