La crisis humanitaria de Somalia se salda con la muerte por hambre de millares de niños y ancianos. Nunca el hambre había sido tan descaradamente anunciada en los medios informativos ante una humanidad perpleja y, a veces, hasta molesta por las imágenes que llegan y que son capaces de soliviantar la conciencia. El Papa ha gritado en contra de esta hambruna y de la responsabilidad de todos en la situación. Todos tenemos nuestro grado de responsabilidad. En una sociedad globalizada, permitir el hambre de esta forma no es sino eludir el compromiso. A todos corresponden soluciones en su justa medida. La Iglesia viene mostrando, a través de muchos de sus misioneros en aquel país, un compromiso claro, pero no es suficiente. Somalia no puede seguir así. No se trata sólo de un deber de cristianos o un deber humanitario. Es un deber de conciencia social y colectiva. (Editorial VN, julio,2011)
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