miércoles, 19 de octubre de 2011

Reflexión de Gabriel Mª. Otalora sobre las JMJ

 (extractado de Fe Adulta)
Año 2005


Se celebra en Madrid, a partir del 16 de agosto, la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

El Papa viene investido de potestad y boato, cual príncipe de la Iglesia que, no obstante, representa a Cristo, aquél que entró en Jerusalén montado en un borrico.  

Jesús anunció la Buena Nueva con palabras y hechos de amor que liberaban en lugar de oprimir, sin que disminuyesen con las calumnias ni la sentencia de muerte en la cruz como un vulgar malhechor. Murió por amar “a pesar de todo” transformando vidas y corazones frente al poder que sobre las conciencias tenían aquellos dirigentes religiosos.

¿Qué ofrece esta visita papal? Mucha ilusión para no pocos cristianos pero escasas esperanzas para los desnortados y quienes sufren esta crisis injusta tan característica del séptimo y el décimo mandamiento. Frente a tanto materialismo excluyente, no existe una valiente denuncia profética de la jerarquía católica, atrincherada tras los muros de un Vaticano trasnochado y poco evangélico.

Alguien ha  resumido  esta visita de Benedicto XVI como de “Entusiasmo y orgullo sin límites; enfado y desencanto crecientes”, ante la generosa complicidad, sobre todo de poderosos grupos empresariales y financieros ¡causantes directos de la crisis! en la espectacular muestra de poder que ha preparado la curia española, obviando la propuesta de Jesús en la última Cena: servir a los demás, sobre todo a los más necesitados.

A pesar de todo, desde el Vaticano se afirma que solo es una visita pastoral. Todavía peor, pues qué pinta en el evento una compañía de la Legión, con banda de música y escuadra para desfilar junto al Papa en el viacrucis por el centro de Madrid.

“Así no queremos que vengas”, le dicen al Papa los católicos de Redes Cristianas y el Foro de Curas, entre otros grupos, que prefieren utilizar los más de cincuenta millones de euros que cuesta la visita, en ayudas sociales como signo vivo del amor cristiano y de la presencia del Dios, luz y consuelo entre tanta desesperanza.

No es este mi modelo de visita pastoral en el que la institución parece actuar como alguien más importante que Jesús y su evangelio. No reconozco a Jesús el Cristo en semejante despliegue, aunque me alegro de que a algunos les reconforte en su fe.

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