miércoles, 18 de junio de 2014

PAN Y VINO

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna.
(Jn. .6, 51-59)



Señor, tu harina de trigo
y tu fruto de la vid sobre el altar
son el velo de fe
que esconde retazos insondables de tu gloria
sobre el mantel cansado de nuestro planeta.

Tu comida y tu bebida, Señor,
son la savia de todos los frutos molidos
en la fachada humana de nuestra tierra.

Tu carne y tu sangre
labran, sobre el altar de nuestra fragilidad,
lecciones de cordialidad y acogida,
de paz, de justicia,
de vida y verdad.

En torno a tu mesa, nos unes a los pobres,
y a los olvidados, 
y a los perdidos de todos los pueblos.
En tu mesa, Señor,
la muerte y los odios son vencidos,
y nos haces hijos de tu ternura.

Y en el sagrario procesional
hoy guardas espigas y uvas compartidas.
Eres ciudadanía de Dios,
de todas las luces y de todas las sombras…

Haznos, Señor, custodia
que contigo porte las penas del mundo,
porque tu pan y tu vino
abren caminos de alianza
                                       fraternalmente.

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