Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
(Marcos 1,1-8)
Es el comienzo,
no en el templo de las seguridades,
sino en los
linderos del desierto
donde
la austeridad y la fidelidad se besan.
Donde el eco de
la conversión
se alía con los
camino imperecedero de la alegría,
donde la palabra
alumbra una tierra nueva
y el silencio de
Dios cubre la piel humana.
Es el comienzo
de toda la historia virgen
al borde de un
agua maternal
de donde brota
la vida del espíritu.
Es el punto de
partida,
el comienzo
donde se estrellan
los falsos
caminos
y desaparecen
los miedos,
y el proyecto de
liberación se hace más humano,
dignamente
dichoso…
El comienzo donde los riesgos
dejan espacio para la esperanza,
para la igualdad y la justicia insobornables.
…
En el comienzo estabas tú,
Juan, precursor,
profeta coherente, espejo fiel de las aspiraciones
y luchas de nuestros días.
Sé tú, Juan Bautista, con tus atuendos de camello,
ceñido de cuero,
alimentado de miel silvestre,
el pregón de nuestros senderos,
a ritmo de
eternidad.
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