Faltó
el vino…
(Jn. 2, 1-12)
El mundo parece
caminar hacia bodas sin vino,
como queriendo abortar tu alianza…
Mas,
tu presencia festiva todo lo
cambia
y renueva,
pues contigo, Señor, llega la hora…
¡Florecen ya los esponsales!,
nacidos de tu costado herido
junto a la Nazarena, a pie de
rescate.
Muda Tú, Maestro,
mi agua en vino nupcial,
para que mis ojos, como los de
Ella,
sólo estén pendientes de la
fiesta universal.
No importa que, en nuestro
itinerario,
el vino nuevo se sirva
al final del festejo. Porque
Tú mismo eres la fiesta,
¡aval solidario, sin fin!
La hora de las nupcias definitivas
ya saborea el vino
escanciado en cueros nuevos
bien curtidos,
que contagia la locura de tu
plenitud,
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