…no convirtáis
en un mercado
la casa de mi
Padre.
(Jn..2, 13-25)
Jerusalén,
centro
de la ortodoxia judía,
has
profanado tu templo.
Has
instalado un mercado en la casa del Padre
tratando
de comprar a Dios
e
ignorando la dignidad del hombre.
Por
ello,
tu
mercado de la religión ha conocido
los
latigazos del Nazareno.
Tu
templo ha sido desplazado, definitivamente,
en
la alianza nueva.
Desde
ahora, ya tu pueblo tiene otra casa
donde
reconocer a Dios, y hablarle.
Es
el Templo que tú mismo destruiste en la cruz,
el
Templo que el Espíritu levantó en tres días,
el
nuevo Templo
que
desmorona todas las esclavitudes:
Jesús
de Nazaret.
Él
es Santuario vivo sin liturgias entre muros,
ni
inciensos, ni palabras huecas, rutinarias…
Santuario
definitivo donde se encuentra el amor
vencedor
del dolor y la muerte,
donde
sólo el ser humano es piedra viva
restituida
de la profanación de tu templo.
Conviértete,
Jerusalén. Mira que viene tu Dios.
El
Dios que no quiere sacrificios, sino misericordia;
ni
quiere adoradores en la frialdad de los muros,
sino
creyentes libres en espíritu y verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario