Parafraseando a Cicerón, me atrevo a preguntar
a los señores del atril y las videoconferencias: ¿Hasta cuándo van ustedes a
abusar de nuestra paciencia, dada vuestra falta de unidad de criterio o vuestra
dejación casi absoluta, cuando ha reinado un tiempo tan bueno, ¡6 meses por
medio!... No sé si habremos de echar manos del “polígrafo de Conchita” para
llegar a la verdad en este tiempo de confusionismo y palabrería... Pues desde
que el Gobierno se ha quitado de encima el marrón derivando a las comunidades
autónomas las competencias… se ha condenado a la postergación a los padres-madres
de alumnos, al tiempo de “volver al cole”. El
paso a paso se ha hecho eterno por sus contradicciones, a pocas “horas” de
empezar el curso.
Con la pandemia, no se sabe si el cole, al echar a andar, podrá resistir los embates del Covid-19, sembrados de dudas y miedos. O si podrá aguantar tanta disparidad de criterios que emerge a uno u otro lado de la cita escolar. El Consejero de la Junta de Andalucía, Javier Imbroda, ha dicho que el sitio mejor para los niños es el colegio, aunque el riesgo cero no existe. Y el propio Director de Centro de Coordinación de Alertas, Dr. Simón, epidemiólogo, asegura que los contagios desarrollados en las escuelas serán muy bajos. Distinto criterio ha manifestado un elevado número de padres, cuando ante el alarmante aumento de los rebrotes, se plantearon no llevar a sus hijos al cole y solicitar la legalización del Homeschooling, (“educación en casa”), aduciendo que se benefician todos, niños-padres-profesores, “por razones obvias”… Una alternativa pedagógica que no me acaba de convencer, a pesar de que es legal en países como Alemania, Francia, Reino Unido, etc. En cualquier caso, ante la susodicha disparidad de criterios, decididamente pongo mi mano en el fuego a favor de quienes desde la familia se confiesan “autojuzgados” en situación de inferioridad crítica respecto al Ministerio de Educación y al propio profesorado…
El dialogo es el eje revolucionario que
debe vehicular la vida escolar. Es el camino de la innovación participativa… No
se trata de artificios pirotécnicos en
esta coyuntura viral. No, es de una responsabilidad inalienable que los padres
participen en la coordinación implícita con el profesorado. Más en este tiempo
de vuelta al cole bajo la pandemia. Y, sobre
todo, cuando creemos que la comunicación humana es la piedra angular del acto
educativo.
El cesarismo, en connivencia con los
aliados populistas e independentistas, ha imposibilitado el verdadero diálogo
político y pedagógico. Bien a pesar de ello, Hugo, seis años, y sus padres
afrontan esta etapa con la nobleza que exigen los protocolos sanitarios, sin
encubrir lógicas discrepancias: las mascarillas en tal edad temprana, como la
distancia social, o el repetitivo lavado con gel hidroalcohólico, cuyo
anecdotario recoge magistralmente el ilustrador César Cámara (cf.
Internet). Los niños han sido puntualmente
advertidos, pero no sería
extraño ver algún día aparecer a mi nieto, olvidadizo, portando la mascarilla
de su “compa” Diego, tal como ha sido, en su primer día de cole, ese juego al
despiste de Hugo dándose el apretón con
Kubrat, después de tantos meses sin verse, en lugar del “codazo” de
rigor.
El diálogo familia-profesorado-gobierno (¡que
ha fallado hasta “horas” antes del
comienzo de curso!), en adelante ha de crear un clima integral más respirable
en el ecosistema escolar, sabiendo que tal diálogo es ese “sol que no se apaga durante la noche, se
nos oculta por un tiempo por encontrarnos «al otro lado», pero no deja de dar
su luz y su calor (cf. Palabras del Papa Francisco a los profesores
en el inicio del ciclo escolar actual). La imagen, pues, de los padres con sus niños
vueltos al cole, a pesar de
la pandemia y de los enfrentamientos y crispaciones de los dirigentes de turno,
no deja de ser una invitación a la esperanza.
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