Un sí nazareno
sacudió al mundo en la persona de María, la nueva Jerusalén. La ciudad de David
ya no es la ciudad que simboliza la
alianza con Dios, sino la persona misma de
la Mujer a quien no tocó el pecado, en su libre adhesión al plan de Dios. Así,
un hombre del linaje de David, irrigado en las aguas del Jordán, es el fermento de la metamorfosis futura por gracia del Espíritu Santo. La concepción del Niño en las entrañas de la
doncella de Nazaret se inserta en la era de la promesa, siendo Gabriel el
depositario del secreto salvífico. La hostilidad entre la Mujer y el poder del
mal, representado por la serpiente, cuya cabeza es aplastada por el talón
original de la doncella, nos dice que no todo se ha perdido. Ella y el niño-Enmanuel
no son extranjeros en el devenir de nuestra historia humana. No hay azar… ¡Dios
tiene su plan! La humanidad no va a la
deriva, a pesar de tanta guerra, tanta hambre, tanta pandemia… Va avanzando en el
Hijo de Dios encarnado en María, crucificado y resucitado.
HAS CREÍDO
Dichosa Tú que has creído
(Lc. 1, 39-45)
Alma fiel en la noche de la turbación,
leal alborada entre dudas y misterio,
misterio de un camino sin hacer.
Y has creído,
corazón de pueblerina cabalgando cerros
para servir a Isabel en parto.
Esclava de Dios en libertad y fiesta,
brisa y gozo alumbrando el pesebre,
Tú que has creído.
Primavera esencial de altar y pascua,
remozada en el vino de Canaán...
y rama florida del leño verde.
Señora de Nazaret que has creído,
sé hogar de sonrisas apiñadas en mis lágrimas,
paz en mis desconsuelos.
Tú, que has creído
en el Dios en ti humanizado,
no seas extranjera
por los linderos de mis huidas
No hay comentarios:
Publicar un comentario