ROMUALDO, EL ARTE DE SER MÉDICO
El menor de sus seis hermanos, Romualdo
era hijo de maestro y ama de casa. Padre de una hija y dos hijos que
califica como “buenas personas”. (¡Faltaría más!, diríamos que “de casta le viene al galgo”)
El
cáncer padecido por su padre despertó en
él su vocación por la medicina de familia. Y su inquietud intelectual le llevó a especializarse en psicoterapia gestáltica relacionada con la
psicología humanista. Aquel chico que en
verano recogía melocotones y, durante el curso, se desplazaba en bicicleta para
ir a la facultad, es un insaciable aprehensor de conocimientos, tan culto
como llano y afable, sabiendo “ver” a sus pacientes, desde su faceta humana de amigo
y consejero. Se ha distinguido, y se distingue hoy, por su alto sentido clínico.
Como médico vocacionado, pues, me ha inspirado siempre una gran confianza,
formulando la pregunta clínica adecuada. No maximizaba, pero tampoco minimizaba
el diagnóstico del paciente. Atendía su consulta con visión holística trascendiendo
el modelo biomédico tradicional. Creo poder decir sin equivocarme que “miraba”
al interior de la persona antes de pronunciarse en su diagnosis. No en vano
acumuló experiencia, anteriormente, por las tierras de Fiñana y Guadix.
Le he visto
siempre como hombre libre, lejos de adscripciones a ideologías o banderas, leal
sindicalista y profundamente crítico con el estado actual derivado de la pandemia.
Enraizado en nuestro pueblo desde su comienzo profesional, participaba con
frecuencia en los eventos culturales promovidos por el Ayuntamiento, el Centro
Cultural o la Comisión de Salud que él mismo había creado como espacio de
inculturación de la ciencia médica-sanitaria en nuestro entorno popular. Sus aportaciones
“on line” nos enriquecían a través de artículos
de hechura ajena o producción propia, poniéndonos al corriente del debate
médico-sanitario bajo el enfoque de su honda formación profesional. Hombre de
fácil conversación y exquisita deferencia en la atención médica. Me recuerda a
Paracelso, cuando hace más de cinco siglos, definía la vocación médica así: “El
médico crece en el corazón, procede de lo divino, es luz natural, y el
fundamento más valioso de su arte de curar es el amor”… Su recuerdo permanecerá
reconocido en nuestro pueblo, como el arte de ser médico de familia. Un testigo
que recogerá, sin duda, su próximo sucesor en nuestro Centro de Salud.
El
próximo 9 de abril se incorporará al Centro de Salud de Cartuja, en Granada.
¡Mucha suerte, amigo!
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