…y echó dos reales.
(Mc. 12, 38-44)
Sobre el embudo metálico
de las arcas del Templo suenan los dineros
de ricos letrados que buscan reverencias
y engordan en su arrogancia.
Tú, en pobre soledad y golpeada por la injusticia
de la vida,
cual viuda de Sarepta,
desenmascaras la falsedad
de cuantos pasean sus amplios ropajes
bajo los techos de cedro.
Los dos reales de tu pobre anonimato,
seducen al Maestro de Nazaret,
sorprendentemente.
Y tus dos monedas de cobre,
humilde oblación,
se han convertido en icono,
donde la pobreza se hace camino de buena noticia.
Céntimos, los tuyos, óbolo en medio de tus necesidades,
son, pues, el símbolo de la realidad
trascendente de tu fe,
contra el ranking de los egoísmos que camuflan
las hambres de los pueblos.
Desde los rincones de nuestras conciencias
suena ya la hora de la auténtica ofrenda,
contra las fastuosidad
de los escribas y letrados de hoy.
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