Bodas del Hijo. Un festín.
Multitud de invitados al banquete real.
Y multitud de excusas
instaladas en la vida cómoda,
y ciega,
declinan la invitación.
¡Necedad de nuestras disculpas!
…
Señor,
¿qué festín es éste tan importante
que tu generosidad ha vuelto a las calles y plazas?
Has tocado en el corazón de la morralla humana,
presa de hambre,
de andrajos y mendicidad,
y con ella
has llenado la sala de comensales,
desde las encrucijadas de la vida,
felizmente.
Ya comprendo…
estaba en juego la médula de tu evangelio
…
Señor,
hemos sido comensales de otras bodas,
que no son las tuyas,
despistadamente.
En los cruces de tu camino,
danos una nueva oportunidad
y haz que reparemos en nuestro vestido
de fiesta,
para gozo de la fraternidad global.
Opción esencial.
Y el extraño, y el vecino,
y cada uno de nosotros,
¡tu Iglesia!,
seremos la esposa en tu festín pascual.
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