…para que no perezca ninguno de los
que creen en Ti,
sino que tengan vida eterna. (Jn. .3, 14-21)
Señor,
me siento perdido en sed de amor,
en desnudez de felicidad,
perdido en monólogo de ritos,
cuando Tú desbordas en
ternura
por las cuatro esquinas de
tu eternidad.
Siento cómo seduce
la tiniebla de este mundo,
cómo atrapa el
laberinto de promesas halagadoras,
cómo tu luz se
pierde por las rendijas de los egoísmos.
Escucho que los pecados hablan
de tus condenas,
que las penitencias
son el camino de tu perdón,
que tu salvación
es mágica
como los magos
deslumbran desde los escenarios.
Pero, junto a
Nicodemo, tu Espíritu hoy me susurra
que eres la luz
nunca ofendida,
sino cercana, humanizada
de un Dios que no ha
podido soportar mi lejanía.
Por
eso,
has
dado el primer paso, descendiendo a mi era
para
renovar la alianza rota.
Ahora
debo ser yo quien dé el segundo paso,
encaramándome
a tu cruz,
puente fulgurante entre mi
mundo y tu mundo,
por el que pasan todos los
hombres,
que desean renacer a la
vida eterna.
Señor,
que ésta sea mi fe comprometida,
como
un acto de amor
por
el que advenga el reino de tu luz admirable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario