Contigo hablo, niña, levántate.
(Mc. 5, 21-43)
Señor,
Tú cruzas de una a otra orilla
de Genesaret a nuestras vidas,
para destruir los tridentes de
muerte.
Eres promesa de aurora
en nuestra sociedad acorralada por la impotencia,
la
desesperación,
el desánimo,
el fatalismo…
Como Jairo, salimos a tu encuentro,
dejando atrás viejas aljamas,
para afrontar la aventura de la fe,
por más que nos apretujan los miedos,
los falsos prejuicios, las palabras engañosas…
El coro de los lamentos y los
mirones
conjuran tu acción salvadora.
Sólo el silencio, tu silencio de
amor,
es el rito de tu señorío que
troncha la muerte,
y da la vida.
…
¡Talitha qumi!...
Y en tu nombre echaremos a andar.
No hay excusas. Nos has cogido de la mano
para hacernos vida en medio de espesuras injustas.
No hay excusas,
para buscarte en cualquier orilla,
y mirarte, y tocarte…
Pues en Ti creemos y por ti
vivimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario