INÉS, VIRGEN Y MÁRTIR
A ti te saludo lleno de sentimientos, a ti monjita menuda, de pocas
palabras, y a tus 77 años, de los que llevabas veintitantos ayudando a los
más desfavorecidos en el suroeste de tu país centroafricano. Y saludo a las muchachas, tus alumnas de costura, que se debaten en la
tristeza como la Iglesia entera desde el Vaticano hasta la última parroquia
perdida en los extremos del mundo.
A ti te saludo, Inés, con todo esperanza, a pesar
de la terrible madrugada, cuando unos desalmados “señores de la guerra”, entraron en tu
habitación y te llevaron hasta las instalaciones donde enseñabas costura y bordado a un
grupo de mujeres, la mayoría madres solteras. Y
allí te asesinaron por razones que ninguna razón entiende.
A ti, mujer amable y pacífica que querías permanecer en la zona ayudando
hasta que las fuerzas te lo hubieran permitido. A ti, Inés, salud y gloria.
Caminabas con tu
pueblo confiada en el buen Dios. Y en el camino, como si fuera el del Gólgota,
te crucificaron. Y en ese camino hoy también te lloran desde todos los rincones
de la gente buena de cualquier credo.
Tu muerte cruel ha causado conmoción dentro y fuera de
este país donde la muerte de religiosos es cada vez más frecuente a causa de la
violencia. Pese a todo, la fe sigue imperturbable, animada
por un nuevo Pentecostés, trabajando en esta zona del mundo donde los
misioneros, ante tu muerte, han manifestado no tener miedo a seguir recorriendo los
sendas de la misión marcadas por el Espíritu.
Desde el Cielo, Inés, virgen y mártir, vela para que la violencia se termine
con tu muerte. Y que tu sangre vilmente martirizada sea ya semilla de
cristianos en tu querida República Centroafricana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario