jueves, 6 de junio de 2019

A INÉS


INÉS, VIRGEN Y MÁRTIR

A ti te saludo lleno de sentimientos, a ti monjita menuda, de pocas palabras, y a tus 77 años, de los que llevabas veintitantos ayudando a los más desfavorecidos en el suroeste de tu país centroafricano. Y saludo a las muchachas, tus alumnas de costura, que se debaten en la tristeza como la Iglesia entera desde el Vaticano hasta la última parroquia perdida en los extremos del mundo.
A ti te saludo, Inés, con todo esperanza, a pesar de la terrible madrugada, cuando unos desalmados  “señores de la guerra”, entraron en tu habitación y te llevaron hasta las instalaciones donde enseñabas costura y bordado a un grupo de mujeres, la mayoría madres solteras.  Y allí te asesinaron por razones que ninguna razón entiende.
A ti, mujer amable y pacífica que querías permanecer en la zona ayudando hasta que las fuerzas te lo hubieran permitido. A ti, Inés, salud y gloria.
Caminabas con tu pueblo confiada en el buen Dios. Y en el camino, como si fuera el del Gólgota, te crucificaron. Y en ese camino hoy también te lloran desde todos los rincones de la gente buena de cualquier credo.
Tu muerte cruel  ha causado conmoción dentro y fuera de este país donde la muerte de religiosos es cada vez más frecuente a causa de la violencia. Pese a todo, la fe sigue imperturbable, animada por un nuevo Pentecostés, trabajando en esta zona del mundo donde los misioneros, ante tu muerte, han manifestado no tener miedo a seguir recorriendo los sendas de la misión marcadas por el Espíritu.
Desde el Cielo, Inés, virgen y mártir, vela para que la violencia se termine con tu muerte. Y que tu sangre vilmente martirizada sea ya semilla de cristianos en tu querida República Centroafricana.



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