“… Que haya
niños pasando hambre, hambre verdadera, pasando el frío inclemente que trasvasa
los cristales de unas ventanas que no
cierran, sin agua en los grifos y, mucho menos, caliente, en estos días de
helor del mes de febrero, produce estupor, indignación y una sensación dolorida
de impotencia. ¿Qué hacer?... La pregunta es ineludible: ¿hasta cuándo nuestros
niños pasarán hambre? ¿Hasta cuándo llorarán las madres por esta malhadada
indefensión de sus hijos? ¿Qué han hecho los pequeños sino soñar en la bondad
de un mundo, que ahora se les presenta como una barrera insalvable y dolorida?”
Esto
escribía mi buena amiga Mariluz Escribano, catedrática jubilada de nuestra
Universidad, el pasado domingo (09.02.14) en “Ideal” de Granada.. ¡Todo un
latigazo literario llamando a la conciencia de cada lector!:
Y
hace unos días otra amiga, Fátima, de Cariño (Galicia), siempre tan sensible a
las circunstancias humanas, dejaba caer en su página de Facebook, que en Ferrol
hay niños que van a la escuela con hambre…
¿Qué
hacer? Pues bien. Sirva de ejemplo la
acción que en el mismo Ferrol lleva José Manuel Pita, un amigo de mi infancia. Desde hace 17 años preside la ONG “Dios y Pan”,
fundada por él bajo el lema “Un ferrolano,
una esperanza”. A brazo partido lucha en su medio, desde entonces, en favor
de cuantos malviven en el umbral de la pobreza… Evidentemente, no estamos llamados a ser fundadores de ONGs, pero sí a urgirnos
de la forma que sea, para intentar, con nuestras pobres posibilidades, paliar la
lacra del hambre, empezando por nuestro entorno, donde también acampan muchas necesidades. Estamos en la semana de ”Manos Unidas Contra el Hambre”, una ocasión
-¿sólo una al año?- para compartir y secar
lágrimas vecinas…
¿Qué
hacer? Algo, algo… esos “algos” que unidos hacen mucho. Nuestra conciencia
puede tener la respuesta en cada momento ante la
reiterada pasividad de tantos
corazones. Jesús de Nazaret dejó claro que “cuanto
hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”
(Mt. 25, 40). No consintamos, pues, que
nuestro planeta siga feliz, rotando en torno al sol, ausente de las tragedias que
desgarran sus entrañas.
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