… estaban en la barca repasando las
redes.
(Mc. 1, 14-20)
Como Simón y
Andrés,
como Santiago y
Juan,
andaba yo entre
mis redes,
cuando he oído
tu llamada…
Me invitas,
Maestro,
a ser discípulo
tuyo en estado puro,
lejos de las
comparsas del corazón.
Me
llamas a enrolarme en tu tarea,
a asumir tu
misión sin utopías,
sin seducciones
que agrieten aún más
las esquinas de
mi alma.
Pero… algo
me impide
seguirte a Ti, Señor,
que pasas junto
al lago de mi vida.
Es la espesura
de mis redes,
¡maraña de
rosas, que sueña mi pobre andar!
Me llamas
como a Simón y a
Andrés,
como a Santiago
y a Juan.
Me llamas.
Me llamas a desenredar todo
vasallaje,
a desandar
caminos
de barcas y
redes.
Me invitas
-¡feliz de mí,
que se ha cumplido el plazo!-
a pescar de otra
manera
en la comunidad de los hermanos,
entroncada en tu novedad.
Y
pues has confiado en mí tu
faena,
suene
de nuevo tu llamada en mi Genesareth,
que
yo canjearé, Señor,
el rumbo de mis redes.
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