Tú eres mi
hijo amado, mi predilecto.
(Mc. 1,6b-11)
Punto de partida.
Él, como uno de tantos,
en la fila del agua para construir el reinado nuevo.
Su papel
de predilecto, de hijo amado, inaugura
el bautismo con Espíritu Santo.
Desde el Jordán,
hundirse en el agua es
definitivamente empaparse en muerte
y resurrección.
¡Dolor y gozo pascual a cielo abierto,
con aleteo de paloma!…
Y una voz que nadie podrá callar jamás:
¡Mi Hijo predilecto!
La misma voz que un día será
punto de llegada
para cuantos, indignos de agacharnos ante sus sandalias,
seamos invitados a las bodas del Amado.
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