Doscientos denarios de pan no bastan…
(Jn.. 6, 1-15)
Desde
tu altura, Señor.
ves
la multitud que llega a Ti hambrienta,
¡ni
doscientos denarios!...
Mientras,
el
mundo desbordado por los negocios del poder,
clavado
al feroz consumismo,
no
entiende del hambre anclado
en
la otra ribera del mar...
Tu
tierra de hoy, sólo busca llenar sus cofres
a
toda costa.
Huye
de manos extendidas
que
gritan pan,
techo,
trabajo… ¡justicia!
¡Gritos
que claman en el desierto!
Ay,
de las pensiones regladas en la oscuridad.
Ay,
las bolsas cobijadas en pozos secretos.
Ay,
las bancas explotadoras de desahucios.
…
Déjame
ver, Señor, el hambre que clama por Ti.
Dame
la gracia de ser uno de esos cinco panes de cebada,
o
uno de los peces,
con
que sentar sobre el herbaje inmenso
tus
ansias de solidaridad.
Dótame,
Maestro, de gran corazón
para
pasar de la frialdad de los doscientos denarios,
a
la eucaristía de la sobreabundancia
donde
se recojan las lágrimas de mi tierra.
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