Porque mi yugo es llevadero…
(Mt. 11, 25-30)
Señor, tu
yugo es de fino ébano,
tierno y
ligero,
construido en
la ebanistería de tu amor.
¡Qué distinto
mi yugo de pesada encina!
Tu yugo es
consuelo, lozanía.
El mío,
angustia, ansiedad.
Tu yugo no
conoce caducidad,
y el mío es finitud.
Mi yugo es
asfixia,
fardo de
bruma,
lumbalgia del
alma.
Tu yugo es historia de amor y alianza.
Unce en
mí tu yugo, Señor,
y átame
bien tu carga que por ser
tierna
y ligera
puede
extraviarse en el camino.
Como
buen arriero, sujétame bien a Ti,
pues
debo resistir de pie a mis cansancios,
ante mis
debilidades,
para el
día en que dispongas que pase
¡a la
otra orilla feliz del río!
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