Dejadlos crecer juntos hasta la siega.
(Mt. 13, 24-43)
Junto al lago, desde la barca,
la imagen de un Dios-sin-prisas,
detiene el tiempo de cuantos le escuchamos
en la ribera...
Trigo. Cizaña…
Trigo que presume bondades,
cizaña que concita malicias…
(¡y hay que cortarla de inmediato!)
De inmediato…
¡cuando el sembrador,
ha derogado la urgencia hasta la siega!
El labrador apuesta, sí, por el
trigo;
pero la medida de su reto
está en la gracia de la
paciencia.
…
¡Cómo un
trigo que se dice bueno, Señor,
puede
condenar sin piedad a la cizaña,
si ésta en tus manos
ennoblece el mismo trigal!
¡Cuántas
veces –ay- te hemos hecho
un Dios-juez
a nuestra medida,
para alegar
las prisas de arrancar cizañas,
mucho antes
de que granen las espigas!
Haznos,
Señor, comprender,
desde la
orilla de tu verdad,
que en tu
arada
¡todos somos
un manojo de trigo
y un manojo
de cizaña!
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