Última entrega
del Epílogo a mi reciente libro “Hugolandia. Cosas del abuelo Paco” .
7.- Sed felices siguiendo los ritmos que acompañan a los
niños en su crecimiento.
Respetad sus ritmos, tanto del sueño como de la alimentación,
del ejercicio físico… y de la autoafirmación que irán adquiriendo con los años.
Vuestros hijos van quemando etapas en sus ritmos biológicos, y debéis de
acompañarles siguiendo las pautas que genera su “cole”: estudio, deporte,
actividades extraescolares, amistades… Con vuestro gozo y comprensión,
iniciadles en su proceso creciente de autonomía, que debe ser animada por el
espíritu de austeridad transparente en la familia. Que
se sientan valorados por vosotros mismos desde su tierna edad en el propio desarrollo de sus habilidades
socioemocionales. Es ahí donde ha de fomentarse la autoestima y la
curiosidad en su relación grupal. Fundamental, para integrarse como personas,
pasito a pasito.
8.- Y sed felices creando en su entorno espacios de silencio.
Hoy, los niños “malviven” en medio de nuestra sociedad
agobiada por la contaminación acústica: ruidos de la ciudad con perforadoras industriales y aglomeraciones en
el tráfico de autobuses y coches, ruidos en las “colmenas” playeras y grandes
almacenes, en las salas de juegos, en festejos vecinales, en discotecas (¡ya
hasta infantiles!)... a los que se suman,
para colmo, la constante “invasión de decibelios” de las teles en casa.
¡Ruidos, ruidos, ruidos! Ante tal impacto
a que están sometidos los niños, como foco de ansiedad y traumas en su sistema
nervioso, urge adiestrar a vuestros niños en el
arte del silencio en la misma casa, en
diversos momentos del día. Es más, acostumbradlos al senderismo donde puedan
“vivir” la belleza acústica de los
bosques con sus brisas, o el canto de los pajarillos, de las fuentes, de los
ríos…
No olvidéis, padres, que, aunque suene a tópico, los niños
son cera moldeable en un principio, y esponja que absorbe todo… Acompañadles en
sus nuevos retos, sabiendo que el
mejor aprendizaje
de vuestros niños emerge, como en simbiosis de vida, en el hogar y en el aula.
En la medida de vuestras posibilidades, reforzad la relación familia-escuela.
Suscitad en ellos emociones positivas que
les ayuden a caminar en valores. Esforzaos siempre en este camino de educación filial que está sembrado
de rosas, bien a pesar de sus espinas… y ¡cosecharéis personas ejemplares que
dignifiquen la agitada y traumatizante sociedad que vivimos!
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