A vosotros os llamo amigos…
(Jn, 15, 9-17)
Déjame,
sentado a tu mesa, decirte
mis
sentimientos,
cuando
mi historia confiesa su hojarasca,
y
Tú, Señor Jesús,
me
llamas amigo y no siervo.
Descubrir
en tu despedida
que
soy amado en tu corazón tierno,
cuando
el mío
lo
he tenido cien veces adjudicado,
no
entiendo ser volcán de perdidos encuentros.
En
la paz de la cena, exhumaste tu corazón,
derrumbando
mis esquemas,
ahuyentando
mis flaquezas,
amándome
hasta el extremo
de
ver que las ventiscas, Señor Jesús,
ya
no hacen cuerpo en mi arenal.
En
tu mesa de despedida,
he
tenido tan cerca tus latidos
que
soñé en vivo navegar a tu lado,
junto
a la zozobra de mis vientos.
Y
he despertado feliz
arropado
en tu seguridad,
dispuesto a bogar contigo mar adentro.
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