No se haga mi voluntad, sino la tuya.
(Lc. 22, 14-23,56)
Locura
de amor.
Te
anulas al filo del cáliz,
entre
olivos despiertos
y
discípulos dormidos.
Mas no se haga mi voluntad,
sólo la Tuya.
Angustia
de amor.
Te
anulas entre la jarca armada que se acerca,
y
el beso traidor.
Mas no se haga mi voluntad,
sólo la Tuya.
Sudor
de sangre y amor.
Te
anulas al filo de la tristeza
entre
la negación del amigo,
y
la huida de tus íntimos.
Mas no se haga mi voluntad,
sólo la Tuya.
Escándalo
y amor,
entre
espinas, azotes, insultos,
clavos…
y
el premio del madero.
Pase
este cáliz, mas hágase tu voluntad.
Como
tu Madre, hágase en mí…
¡Fiat!
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