Por su interés, recojo un extracto de la carta que el teólogo jesuita, González Faus, escribe al histórico líder de ETA Josu Ternera, recientemente detenido.
¡Cuánto daño
has hecho, hermano! Y consiguientemente: cuánto daño te has hecho a ti mismo. Porque esta
es la grandeza de nuestra condición humana: que quien daña al otro se hiere
también a sí mismo y el verdugo es más digno de compasión que la víctima. Ahora
informan de que padeces cáncer. Ojalá puedas superarlo; y si no, ojalá eso te
ayude a comprender que compartes también esa fragilidad de nuestra condición
humana que nos hermana a todos tanto como nuestra grandeza.
Por otro lado, sé que fuiste lo
suficientemente inteligente como para percibir que la aventura etarra había
llegado a un punto en que no tenía salida: dicen que tú eras uno de aquellos
enmascarados que leyeron el texto de disolución. Si fue así, eso debemos
agradecértelo todos, y tú sabrás mejor que yo el rechazo que te produjo entre
algunos compañeros de militancia (como antes le había pasado a Txelís en grado
mayor).
Ante estos datos, me pregunto si alguna
vez, en aquella vida casi eremítica que llevabas estos últimos meses, te habrás
preguntado qué valor y qué sentido ha tenido tu vida, cuando ves ahora que detrás de ti solo quedan cadáveres, vidas destrozadas y
corazones rotos de gentes que ni siquiera conocías y que no te habían
hecho más daño que el de ser de un lugar y haber tenido una historia y una
educación que no coincidían con los tuyos. Me he preguntado si habrás sentido
algún vértigo ante ese balance ruinoso, o ante el gran daño que has hecho a tu
pueblo al que querías servir. No sé si alguna vez habrás pensado en Gandhi o en
Nelson Mandela que, por un camino tan contrario al vuestro, hicieron un bien
inmenso a sus pueblos.
Tampoco sé si habrás buscado
desesperadamente alguna manera de justificar eso tan
injustificable. He oído que la mayoría de tus víctimas todavía vivas dicen que no
quieren o no pueden perdonarte: lo comprendo aunque lo siento por ellas: porque
eso supone dejar sus heridas abiertas para siempre y sin cicatrizar, siempre
sangrando y siempre tentadas de pervertir el hambre de justicia en rabia
vengativa. Pero, si has sentido algo de lo que antes dije, quizás en algún
momento habrás deseado algo así como un perdón que regenerara tu vida, sin
saber dónde puedes buscarlo…
El pecado de la
idolatría
Por eso puedo decirte que, para la
Biblia (cuando se la conoce bien), no existe en
realidad más que un solo pecado, y es la idolatría: porque todo el daño
que hacemos a los demás brota de alguna forma de idolatría tácita o explícita.
Y eso lo completará luego san Pablo, enseñando que no hay más que un solo
mandamiento que es el amor al prójimo: porque todos los demás preceptos del
llamado Decálogo confluyen en éste.
Y, si salimos del ámbito cristiano, algo
así es lo que intuía el filósofo judío Spinoza cuando escribió: "las pasiones nunca son
eliminadas por la razón, sino por otra pasión mayor". Dejando ahora
a ETA, creo que, de una manera u otra, lo que decía Spinoza vale para lo que
está pasando en buena parte del mundo de hoy: se han despertado pasiones
idólatras (que a su vez generan respuestas iguales) y no conseguimos
entendernos con la razón; porque sin querer usamos la razón (si es que la
usamos) para defender nuestra pasión…
No conozco tu historia y no sé si algo
de estas divagaciones que me ha suscitado tu detención, te ayudará a situarte.
Prefiero pues acabar volviendo a lo que dije al comienzo: si me has entendido
comprenderás también que termine esta carta deseándote lo mejor y enviándote un
abrazo fraterno: porque los seres humanos -nos sintamos o no compatriotas, nos
sintamos amigos o enemistados-, estamos llamados todos a sentirnos hermanos, en
nombre de Aquel que decía a todos los oficialmente “buenos”, que los publicanos
y las prostitutas pueden llegar al reino de los cielos delante de nosotros.
Un abrazo.
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