…y echó dos reales.
(Mc. 12, 38-44)
Las arcas
del Templo son eco de los dineros
que
engordan reverencias de letrados
y sus
arrogancias.
¡Devotos de
la hipocresía bien instalada!
Tú, viuda
golpeada en soledad y en pobreza,
eres
noticia de la falsedad
de cuantos
lucen sus amplios ropajes
bajo los
techos de cedro.
¡Devotos de
la hipocresía bien instalada!
Los dos
reales de tu anonimato,
han
seducido al Maestro de Nazaret,
sorprendentemente
sentado
frente a los cepillos del templo.
Tus dos
monedas de cobre,
icono de tu
pobreza,
claman
contra el
ranking de mezquindad que camufla
la hambruna
de los ricos.
¡Devotos de
la hipocresía bien instalada!
Desde los
rincones de nuestras conciencias
suene ya la
hora de nuestra auténtica ofrenda,
Señor,
Maestro de Nazaret.
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