…tú piensas como los hombres.
(Mt. 16, 21-27)
Jesús, a veces resultas incómodo,
dramático y hasta cenizo y aguafiestas,
cuando dejas que tu corazón hable sin rodeos,
a expensas de
la voluntad del Padre.
Dejas claro que tus discípulos han de seguirte,
lejos de ajustarse a la lógica del mundo.
O han de abandonar los remos…
Después de contemplar tanta euforia,
a tu lado,
por los caminos de la tierra bendita,
¿cómo Pedro podría entender tu cruz por encima
de sus cándidos deseos de triunfos mesiánicos?
Por encima de la fogosidad del apóstol,
Tú vienes a sentar prioridades en la vida.
Por encima de la coreografía de pancartas
y vítores, tan deseada hoy,
Tú antepones el esfuerzo, el
compromiso, el dolor…
la cruz junto al amor sin límite.
Para el discípulo tuyo
el éxito del mundo no es criterio de tu verdad.
Es necesario subir contigo a la Jerusalén de la vida
para entender que la cruz humanizada en ti,
ya no es un escándalo.
Es, en sí misma, el éxito de la autenticidad.
Aunque tus palabras
resulten incómodas,
dramáticas, cenizas,
no nos pides
imposibles.
Tú vas delante marcando el
camino.
Dame, por tanto, valentía para seguirte
aunque tus
clavos remachen mis andaduras.
Te
lo pido con miedo, Señor, titubeando…
Pero es que he comprendido que portar tu cruz
es
llenar de éxito
el
vacío errante de mi historia.
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