Al que te
pegue en una mejilla…
( Lc. 6, 27-38)
No cesas de
desconcertarnos,
Maestro…
¡Poner la otra mejilla!
Y no tomar el látigo.
Bendecir ante la mirada
ofensiva
dar la túnica ante el robo
de la capa,
sonreír ante el gesto de
odio,
abrazar al que tengo
enfrente…
Es la otra mejilla, Señor,
La que nos identifica
contra toda condena radical.
Comprensión hasta lo
inverosímil,
¡cruz por medio!
(Y no camuflar tu palabra
con añoranzas intolerantes
que aplauden deseos
de maldecir, castigar,
juzgar…)
Desconcierta tu exigencia,
Sí, nos desconciertas.
Algo tendrá el perdón,
cuando lo haces espejo del
Padre.
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