Melchor Sáiz-Pardo, recibiendo el "Premio Comunicar" |
Melchor, acabo de leer el Semanero de nuestro común amigo, José María Guadalupe, que termina
prometiéndote una oración , “aunque he
leído, decía, que te has marchado agnóstico”… Ello me ha dado pie para enviarte
esta carta a la Casa del Padre, donde ya moras gozando de nuevo de la compañía
de tu querida Mariem.
No pude estar a tu lado
en ese adiós multitudinario que te honró sobremanera, merecidamente. Han pasado
días, y aún brilla con emoción en mis pupilas los miles de renglones que tus
amigos te han brindado en los medios, sobre todo en tu IDEAL, incluidas las
sentidas viñetas de Mesamadero. Leyendo los obituarios o reportajes que te han
dedicado, las palabras póstumas más
repetidas han sido humanismo, respeto, discreción, amabilidad,
honradez…
Tratándose de ti, querido amigo, “hálleme
agradecido”, que dijo Quevedo. Y que yo me
lo apropio… Pues me gozo en la gracia de poder rememorar la excelencia humana que has derrochado ante tantos testigos. Categorías
tuyas adornadas de tu distinguido interés por la Historia, las Letras, el
Periodismo, cual sabio con estilo socrático, que aseguraba no saber nada...
No olvidabas la
Religión, entre tus inquietudes intelectuales. Por ello, aunque parezca
fruslería por mi parte, y quizá
“periodísticamente ya a destiempo”, quiero evocar en pocas líneas algunos rasgos de tu querencia religiosa en la
que algunos compañeros de viaje han hecho hincapié. Se ha hablado de tu agnosticismo. Tú mismo, tiempo atrás, lo has
sacado a la palestra, pronunciándote con mesura sin alardear de ello.
En verdad, tú
has sido un agnóstico, pero con el evangelio bajo el brazo. Lo hemos hablado muchas veces y hoy,
que eres alma caliente en mi recuerdo, no puedo dejar esta oportunidad que me
da tu rotativo, para desnudar la imagen de tu verdadero agnosticismo.
Hace ya tiempo,
en la Sala Cultural Nueva Gala, con motivo de la presentación de un libro,
apuntabas a Aldous Huxley como acuñador de la palabra “agnóstico”, referida a la
existencia o inexistencia de Dios. ¡Dios
es el incognoscible!… Sí, pero en tus noches del alma no te has detenido ahí.
Has sido un hombre de búsqueda continua. Has caminado, de autor en autor, para
ir descubriendo en tu caminar teológico ese Dios que está fuera de nuestro alcance, pero que está…
De forma que tú y yo, decíamos
ayer, no lo podemos
conocer, a no ser “objetivándolo” en nosotros mismos. Y, por otro lado, la religión, como producto de nuestras carencias, no es
fácil identificarla con Dios. Dios y la religión son dos realidades diferentes. Dios está más allá del horizonte religioso, por encima de la letra y los sacrificios.
Lo hemos leído en más de un tratado
actual
de teología:
una cosa es la fidelidad a
Dios a través del Evangelio y otra la observancia de la religión. De ahí que yo
defienda, con sumo interés, un agnosticismo “a lo Melchor”…
Como “buen
agnóstico”, fuiste hombre de búsqueda
inquietante, continua, de planteamientos
dudosos de fe, pero nunca te oí negar
a Dios en tu vida. Lo confesaste ausente, sí, en las mil vicisitudes del dolor
humano, catástrofes incluidas. Pero lo encontrabas
humanizado en Jesús de Nazaret con su
mensaje del Monte, y su trayectoria netamente incardinada en la dignidad de los
pobres, los tullidos, las prostitutas, los niños… y en sus enfrentamientos con
los “religiosos” de turno que, al fin, llegaron a crucificarlo. Y todo eso te
“decía mucho”. Era tu fe inconformista,
con matiz anticlerical. ¡Agnóstico reverente! Recordarás las veces que te
repetía aquello del Principito: “No lo entiendas, vívelo”.
Con gran talento hacías entrevistas en
tus tiempos de TeleIdeal. Recuerdo que
me entrevistaste como Coordinador
provincial del Grupo Comunicar. Después de casi una hora, ya fuera de cámaras,
volviste a tu tema recurrente, el mundo de tu fe, donde siempre hurgabas en
fácil diálogo sobre la esencia del cristianismo a partir del Dios humanado en el
Hijo de María. Inconformista tú, no
cesabas de investigar en los entresijos del Nuevo Testamento, como buen
agnóstico y mejor creyente..
Debo terminar, porque te estoy impidiendo
seguir gozando de tu Iglesia triunfante. Gracias, amigo Melchor. Soy deudor tuyo como tantos otros amigos que se han
manifestado ya en tu ausencia.…Siempre has sido, desde la Dirección de Ideal, mi apoyo en la coordinación del
Grupo Comunicar. Como lo fueron también Ernesto Páramo desde el Parque de las
Ciencias, Gabriel Pozo desde la Rural o el
propio Juan Herrera, también descansando ya en tu orilla. Gracias, una vez más.
Si
Eduardo Peralta te nombró, acertadamente,
“Caballero del mejor periodismo”, yo
modestamente te declaro caballero de la mejor hidalguía para con Dios. Un fuerte
abrazo , y con Lorca te pido: Si muero,
dejad el balcón abierto…
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