Dichosos vosotros… Ay, de vosotros…
(Lc. 6, 17. 20-26)
Qué
desventura, Señor,
cuando te has detenido en el llano
de la vida,
y he escuchado el eco de tu
palabra
contra la
saciedad atrevida,
contra la
impiedad de los dineros,
contra la vaciedad
de las risas…
He sentido lo doloroso de tu mirada,
en la paz de la llanura,
que clamaba ¡ay de vosotros!…
…
Qué ventura, Maestro,
cuando has bajado ¡de lo alto!,
y
has dejado claro
que el evangelio es para los
pobres,
y la alegría, para los que lloran.
Que la libertad es para los
explotados,
y
el gozo del Espíritu, para los que oran…
Al
final,
he escuchado el
eco amoroso
del
monte
que
clamaba ¡dichosos vosotros!...
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