Con nuestro amigo Hernann Rodríguez, jesuita de Colombia,
os invito a su reflexión.
Un hombre se fue a jugar cartas
un viernes santo y perdió todo lo que tenía; volvió triste a su casa y le contó
a su mujer lo que le había pasado. La mujer le dijo: «Eso te pasa por jugar en
viernes santo; ¿no sabes que es pecado jugar en viernes santo? ¡Dios te castigó
y bien merecido que lo tienes!» El hombre se volvió hacia su señora y con aire
desafiante le dijo: «Y qué piensas tú, que el que me ganó jugó en lunes de
pascua, ¿o qué?»
Generalmente no vemos las cosas
como son, sino que vemos lo que suponemos que debemos ver. Estamos llenos de
prejuicios y aplicamos nuestros esquemas para leer la realidad. Es imposible
desprenderse totalmente de los prejuicios, pero por lo menos vale la pena estar
atentos frente a ellos. La historia con la que comenzamos revela un prejuicio
religioso, pero, así como éste, hay miles de prejuicios políticos, raciales,
culturales... Un prejuicio muy extendido es el que supone que detrás de lo que
nos pasa está Dios castigándonos o premiándonos por nuestro comportamiento
moral. ¿Quién no ha pensado alguna vez que lo que le ha pasado, bueno o malo,
tenía que ver con algún comportamiento suyo anterior? Dios no anda por ahí
castigando y premiando a la gente. No podemos echarle la culpa a Dios de todos
los males ni pensar que nos está premiando por portarnos bien.
Hace varios años en el atentado
en el que fue asesinado el líder de izquierda José Antequera, Ernesto Samper
también cayó gravemente herido. Samper comentaba, un tiempo después que, aunque
pasó varias semanas al borde de la muerte, siempre supo que no podía morir así;
que el que era un hombre creyente y pacífico, sabía que Dios no lo dejaría
morir violentamente. A los pocos días salió un artículo de la esposa del
periodista Guillermo Cano, director del periódico El Espectador, y que fue
asesinado unos meses antes por sus críticas a las mafias del narcotráfico. La
señora le preguntaba al futuro presidente Samper: «Si lo que usted dice es
cierto, entonces mi esposo, que murió asesinado violentamente, ¿era un hombre
violento que merecía esa muerte?» No se diga nada sobre lo que se podría
interpretar con respecto a la muerte de José Antequera, líder de izquierda, en
el mismo atentado...
Y así podríamos poner muchos
otros ejemplos: los que se salvan de la muerte al caer un avión y atribuyen el
milagro a la medallita que llevaban o a la oración que hicieron; y los otros
que llevaban la medallita y rezaron también su oración, ¿qué? El caso más claro
es el mismo Jesús; el hombre más bueno que ha producido la tierra; el hombre
más santo, el hombre que vivió fielmente según la voluntad de Dios, ¿por qué
murió como murió? Murió solo, abandonado de sus amigos, sintiéndose abandonado
del mismo Dios...
Esto es lo que Jesús quiere
explicarle a sus discípulos: “¿Piensan ustedes que esto les pasó a esos hombres
de Galilea por ser más pecadores que los otros de su país? Les digo que no; y
si ustedes no se vuelven a Dios, también morirán. ¿O creen que aquellos
dieciocho que murieron cuando la torre de Siloé les cayó encima eran más
culpables que los otros que vivían en Jerusalén? Les digo que no; y si ustedes
mismos no se vuelve a Dios también morirán”. Cuando nos va mal no es porque
hayamos jugado cartas en viernes santo; y cuando nos va bien no es porque
hayamos jugado en lunes de Pascua. Lo que nos pasa es siempre una llamada para
volvernos a Dios... De eso se trata la Cuaresma…
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