Un hombre tenía dos hijos…
(Lc.
15,1-3.11-32)
Cuando el padre pierde la cabeza por sus
hijos,
la misericordia
toma las riendas de la vida…
Así,
si el menor derrochó toda su fortuna,
perdidamente,
más fortuna derrochó el padre sobre los
hombros
del hijo infortunado.
Si en la locura de juventud
dilapidó toda su herencia paterna,
más locamente dilapidó el padre
la riqueza de su perdón.
Y si el hijo mayor se perdió en celos
por las locuras del cabrito festivo, del
traje y el anillo,
más ganó la celosa misericordia del
padre.
* * *
Se rebeló el pródigo contra su propio
lodazal,
y volvió a casa.
Mientras,
el mayor, ensimismado en su lealtad,
gozaba de la hacienda,
y calculaba a diario los desvaríos del
hermano.
El padre olvidando la ley,
inventó la reconciliación…
Y se restauró el camino,
porque los dos hijos,
¡los dos!
estaban perdidos y fueron hallados…
Y comenzó la fiesta,
¡indefinidamente!
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